Blog para la muestra y reflexión sobre el Misterio mediante mayéutica socrática.
miércoles, 15 de septiembre de 2010
Reflexión sobre los Sueños y Deseos.
Quien tiene un sueño conoce a lo que tiene que renunciar con el propósito de avanzar. Viajamos inevitablemente hacia el fin de nuestra vida. Nosotros decidimos si vamos a elegir un destino y encaminarnos hacia él, o si vamos a dejarnos llevar por la corriente, y permitir que otros determinen adónde llegaremos. Usted necesita identificar su destino y navegar hacia él.
Un sueño hace muchas cosas a nuestro favor. Nos da dirección, un sueño actúa como brújula y nos dice en qué dirección debemos viajar. Sólo tiene que creer que puede ocurrir. Un sueño aumenta nuestro potencial ya que su tamaño define el potencial de éxito. El mundo del ignorante queda dentro de los límites de su conocimiento; el mundo de un gran hombre por los límites de su visión.
Un sueño nos ayuda a establecer prioridades, define rumbos en nuestra vida. Un sueño predice nuestro futuro ya que nos invita a hacer algo. El ayer terminó anoche.
Cuando un árbol de roble apenas tiene un año, hasta un niño puede arrancarlo de raíz. Pero cuando ha pasado un tiempo y se establece con firmeza, ni la fuerza de un huracán puede derribarlo. Así son los sueños.
El temor provoca retraso. No permita que sus sueños se empañen por sus temores. La mayoría de los temores que enfrentamos a diario no se basan en hechos. Los generan nuestro sentimientos. El temor es un interés que se paga por una deuda que no tienes. Por eso lo que ocurre en usted es más importante que lo que le ocurre a usted.
Un sueño permite renunciar en cualquier momento a todo lo que soy para recibir todo lo que puedo llegar a ser. Me puede hacer sentir lo invisible para poder hacer lo imposible. Confiar en mis habilidades y capacidades.
Nuestro sueño es la promesa de lo que seremos algún día. Si aún no ha descubierto su sueño, probablemente comprenda lo mucho que ha estado perdido. Un sueño le dará una razón para avanzar, un camino a seguir y un blanco a alcanzar.
Cuanto mayor el viaje, más comprometido tiene que estar para tomarlo. ¿No dirías que ya es hora de empezar? Nos ganamos la vida con lo que recibimos, pero hacemos la vida con lo que damos.
Pastoral Marista
Un sueño hace muchas cosas a nuestro favor. Nos da dirección, un sueño actúa como brújula y nos dice en qué dirección debemos viajar. Sólo tiene que creer que puede ocurrir. Un sueño aumenta nuestro potencial ya que su tamaño define el potencial de éxito. El mundo del ignorante queda dentro de los límites de su conocimiento; el mundo de un gran hombre por los límites de su visión.
Un sueño nos ayuda a establecer prioridades, define rumbos en nuestra vida. Un sueño predice nuestro futuro ya que nos invita a hacer algo. El ayer terminó anoche.
Cuando un árbol de roble apenas tiene un año, hasta un niño puede arrancarlo de raíz. Pero cuando ha pasado un tiempo y se establece con firmeza, ni la fuerza de un huracán puede derribarlo. Así son los sueños.
El temor provoca retraso. No permita que sus sueños se empañen por sus temores. La mayoría de los temores que enfrentamos a diario no se basan en hechos. Los generan nuestro sentimientos. El temor es un interés que se paga por una deuda que no tienes. Por eso lo que ocurre en usted es más importante que lo que le ocurre a usted.
Un sueño permite renunciar en cualquier momento a todo lo que soy para recibir todo lo que puedo llegar a ser. Me puede hacer sentir lo invisible para poder hacer lo imposible. Confiar en mis habilidades y capacidades.
Nuestro sueño es la promesa de lo que seremos algún día. Si aún no ha descubierto su sueño, probablemente comprenda lo mucho que ha estado perdido. Un sueño le dará una razón para avanzar, un camino a seguir y un blanco a alcanzar.
Cuanto mayor el viaje, más comprometido tiene que estar para tomarlo. ¿No dirías que ya es hora de empezar? Nos ganamos la vida con lo que recibimos, pero hacemos la vida con lo que damos.
Pastoral Marista
martes, 7 de septiembre de 2010
Tengo un Sueño....
Tengo un sueño, un solo sueño,... seguir soñando.
Soñar con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas.
Soñar a mis hijos grandes, sanos felices; volando con sus alas, sin olvidar nunca el nido.
Soñar con el amor, con amar y ser amado, dando todo sin medirlo, recibiendo todo sin pedirlo.
Soñar con la paz en el mundo, en mi país, en mí mismo, y quién sabe cuál es más difícil de alcanzar.
Soñar que mis cabellos que ralean y se blanquean no impiden que mi mente y mi corazón sigan jóvenes y se animen a la aventura.
Sigan niños y conserven la capacidad de jugar.
Soñar que tendré la fuerza, la voluntad y el coraje para ayudar a concretar mis sueños, en lugar de pedir por milagros que no merecería.
Soñar que cuando llegue al final podré decir: que viví soñando y que mi vida fue un sueño soñado en una larga y plácida noche de la eternidad.
Pastoral Marista
Soñar con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas.
Soñar a mis hijos grandes, sanos felices; volando con sus alas, sin olvidar nunca el nido.
Soñar con el amor, con amar y ser amado, dando todo sin medirlo, recibiendo todo sin pedirlo.
Soñar con la paz en el mundo, en mi país, en mí mismo, y quién sabe cuál es más difícil de alcanzar.
Soñar que mis cabellos que ralean y se blanquean no impiden que mi mente y mi corazón sigan jóvenes y se animen a la aventura.
Sigan niños y conserven la capacidad de jugar.
Soñar que tendré la fuerza, la voluntad y el coraje para ayudar a concretar mis sueños, en lugar de pedir por milagros que no merecería.
Soñar que cuando llegue al final podré decir: que viví soñando y que mi vida fue un sueño soñado en una larga y plácida noche de la eternidad.
Pastoral Marista
domingo, 5 de septiembre de 2010
Los Hermanos de Bugove.... Como vivian.
Esta semana vamos a hablar de personas normales, pero personas que dieron la vida por la construcción de la justicia. Hay miles de ejemplos de esto, pero nosotros nos fijaremos en gente cercana a nosotros: Miguel Ángel, Servando, Julio y Fernando eran cuatro hermanos maristas que fueron asesinados cuando estaban sirviendo a refugiados ruandeses en un campo de acogida en el Zaire (la actual República Democrática del Congo).
En 1994, se produjo un auténtico genocidio en Ruanda (800000 personas, la mayoría tutsis, fueron asesinadas a machete en sólo tres meses). Tras este horror, y después de que las fuerzas tutsis se hicieran con el poder, muchos hutus huyeron del país temiendo represalias, y así llegaron al campo de refugiados al que los hermanos maristas fueron a trabajar.
La muerte de los hermanos, curiosamente, no fue causada por soldados tutsis (descontentos con la ayuda que los hermanos brindaban a los refugiados hutus), sino por las milicias hutus que habían protagonizado el genocidio de Ruanda. ¿Por qué lo hicieron si los hutus del campo de refugiados “adoraban” a los hermanos? Pues bien, estos milicianos, sedientos de venganza, veían con malos ojos el mensaje de paz y reconciliación que los hermanos estaban sembrando entre los hutus y los tutsis. Por eso los mataron el 31 de octubre de 1996. Murieron sirviendo. Murieron amando.
Su casa: era modesta. No tenían agua corriente. Recogían la que caía del cielo. El agua servía para cocer la comida y para apagar la sed. Antes había que hervirla y filtrarla. Servía también para darse un baño de cuando en cuando y para lavarse todas las mañanas. Una tina hacía las veces de bañera. Con un cazo dejaban caer el agua por el cuerpo (“como hacen los refugiados”, comentaban en la comunidad con gran satisfacción porque, de ese modo, se identificaban más con ellos).
El colegio: estaba al lado de la casa. Se llamaba Nuestra Señora de la Paz y era extremadamente humilde, al igual que la casa. En los varios pabellones que conformaban el colegio escolarizaban a cientos de alumnos (algunos de ellos recorrían quince kilómetros a pie para asistir a clase) por las mañanas y daban formación profesional –especialmente textil y dirigido a las mujeres- por la tarde.
Un día normal: se levantaban a las cinco y media de la mañana. A las seis y media empezaban la plegaria común y la meditación personal, seguidas de la celebración de la eucaristía.
A las siete y media desayunaban y a las ocho comenzaban las clases y su trabajo en el campo de refugiados: transporte de alimentos, visitas, acogida de refugiados, distribución de víveres…
Comían a las doce y cuarto y, posteriormente, trabajaban con los alumnos de “la profesional” (chicas que acudían a clases de formación y trabajos artesanos). Una hora de oración comunitaria de seis a siete y, luego, la cena. El día terminaba con una reunión comunitaria en la que se comentaban los sucesos del día.
Pastoral Marista
En 1994, se produjo un auténtico genocidio en Ruanda (800000 personas, la mayoría tutsis, fueron asesinadas a machete en sólo tres meses). Tras este horror, y después de que las fuerzas tutsis se hicieran con el poder, muchos hutus huyeron del país temiendo represalias, y así llegaron al campo de refugiados al que los hermanos maristas fueron a trabajar.
La muerte de los hermanos, curiosamente, no fue causada por soldados tutsis (descontentos con la ayuda que los hermanos brindaban a los refugiados hutus), sino por las milicias hutus que habían protagonizado el genocidio de Ruanda. ¿Por qué lo hicieron si los hutus del campo de refugiados “adoraban” a los hermanos? Pues bien, estos milicianos, sedientos de venganza, veían con malos ojos el mensaje de paz y reconciliación que los hermanos estaban sembrando entre los hutus y los tutsis. Por eso los mataron el 31 de octubre de 1996. Murieron sirviendo. Murieron amando.
Su casa: era modesta. No tenían agua corriente. Recogían la que caía del cielo. El agua servía para cocer la comida y para apagar la sed. Antes había que hervirla y filtrarla. Servía también para darse un baño de cuando en cuando y para lavarse todas las mañanas. Una tina hacía las veces de bañera. Con un cazo dejaban caer el agua por el cuerpo (“como hacen los refugiados”, comentaban en la comunidad con gran satisfacción porque, de ese modo, se identificaban más con ellos).
El colegio: estaba al lado de la casa. Se llamaba Nuestra Señora de la Paz y era extremadamente humilde, al igual que la casa. En los varios pabellones que conformaban el colegio escolarizaban a cientos de alumnos (algunos de ellos recorrían quince kilómetros a pie para asistir a clase) por las mañanas y daban formación profesional –especialmente textil y dirigido a las mujeres- por la tarde.
Un día normal: se levantaban a las cinco y media de la mañana. A las seis y media empezaban la plegaria común y la meditación personal, seguidas de la celebración de la eucaristía.
A las siete y media desayunaban y a las ocho comenzaban las clases y su trabajo en el campo de refugiados: transporte de alimentos, visitas, acogida de refugiados, distribución de víveres…
Comían a las doce y cuarto y, posteriormente, trabajaban con los alumnos de “la profesional” (chicas que acudían a clases de formación y trabajos artesanos). Una hora de oración comunitaria de seis a siete y, luego, la cena. El día terminaba con una reunión comunitaria en la que se comentaban los sucesos del día.
Pastoral Marista
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