Dos anacoretas vivían juntos sin haber discutido nunca. Uno de ellos dijo:
- Yo creo que, como todo el mundo deberíamos tener una discusión.
- Si te parece bien, pues adelante. Pero no sé cómo empezar, repuso el otro.
- Sencillo. Ves este ladrillo, pues yo voy a defender que es mío y no tuyo.
- Ciertamente, repuso el otro, ese ladrillo puede ser tuyo, porque yo no estoy muy seguro de que me pertenezca a mí.
- Sí, es mío y siempre lo ha sido.
- Entonces, replicó el otro, cógelo si así es.
Y aquellos anacoretas no lograron discutir nunca.
Pastoral Marista