Juan Pablo II le nombró obispo. Benedicto XVI le creó cardenal. Y después Francisco le confió ser el pastor de su tierra. Tres papas que apostaron por él y a los que Cañizares les ha devuelto con creces esta confianza desde la lealtad. También como único español al frente de un Dicasterio Vaticano. Una fidelidad a Dios que se traduce en adhesión al sucesor de Pedro independientemente de su nombre y su servicio a la Iglesia.
Los tres pontífices marcarían la trayectoria de aquel sacerdote de la localidad valenciana de Utiel que fue ordenado con 25 años y que jamás pensó que acabaría siendo «ministro» vaticano con voz y voto en un cónclave. Inimaginable cuando decidió dar aquel primer «sí» que le llevó abandonar su humilde casa y dejar a su madre viuda. Ella sí sabía que su hijo prometía.
Don Antonio nunca se ha callado ni le han callado. Esa honestidad se ha traducido en contundencia pública, lo mismo para rubricar su defensas… Como la unidad de España como un bien moral.
Una coherencia que no ha hecho sino ratificar con su vida el lema episcopal que escogió cuando Karol Wojtyla le designó obispo de Ávila en 1992, con tan solo 47 años. Ese mariano «Fiat voluntas tua» («Hágase tu voluntad») que nace de su confianza en la madre de Jesús como estrella de la Nueva Evangelización –lo visibiliza su escudo–, le llevaría de la ciudad de Santa Teresa a Granada en 1996 y, de ahí, a encumbrarle en 2002 como primado de España, esto es, arzobispo de Toledo.
Alumno y profesor de la Pontificia de Salamanca, su vocación como catequeta le llevó a fundar la Asociación Española de Catequetas, de la que también fue presidente, además de director de la revista «Teología y Catequesis».
Esta impronta es lo que hizo que se le encomendara ejercer como director del Secretariado para la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe en un tiempo de no pocos vaivenes a la hora de interpretar el aterrizaje del Vaticano II. Con firmeza paternal, el teólogo Cañizares supo dar toques de atención sin zarpazos a diferencia de quienes vieron en algún momento en ese departamento una versión remasterizada de la Santa Inquisición. Es más, cuando algún tiempo después, ya destinado en Roma, supo de inquinas varias injustificadas, supo mediar e intervenir con carácter de urgencia para evitar castigos falsamente amparados en la ortodoxia.
Esta rectitud es la que apreciaron el pontífice polaco, el alemán y el argentino. Don Antonio nunca ha buscado las loas ni beneficio personal alguno, una austeridad que le llevó a una complicidad natural con Joseph Ratzinger en los noventa, cuando el hoy Papa emérito pilotaba el departamento vaticano de Doctrina de la Fe. Esa solicitud le llevaría, ya como Benedicto XVI, a crearle cardenal en su primer consistorio en marzo de 2006 pero, sobre todo, a ficharle como hombre clave en su equipo de Gobierno: prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
Benedicto XVI se lo llevaba de España, después de su mano a mano con Ricardo Blázquez ejerciendo como vicepresidente del Episcopado durante un trienio coincidente en el Gobierno de Rodríguez Zapatero. En este tiempo logró recoser lo que parecía irreconciliable.
Renovación litúrgica
En la Curia también se aplaude su paso, especialmente por su empeño en acelerar la renovación litúrgica que buscaba el Concilio Vaticano II y que hasta la fecha no acaba que materializarse.
En Roma estaba Don Antonio cuando el Papa alemán dimitió y fue uno de los cinco cardenales españoles que entraron en la Capilla Sixtina en marzo del año 2013 cuando la fumata blanca anunció el nombre de Jorge Mario Bergoglio como nuevo capitán. Con la llegada de Francisco, Cañizares permaneció en la Curia un año largo más.
Quiso el pontífice argentino que Don Antonio volviera a España entregándole en agosto de 2014 el pastoreo de su tierra natal: Valencia. Con maledicencia hay quien piensa que el actual Papa le despachó del Vaticano con desdén y que le ha jubilado de forma anticipada, sin esperar a los 80 años, como reprimenda. Según confirman fuentes vaticanas consultadas por LA RAZÓN, «se equivocan». «Bastaría ver los abrazos que ambos se dan cada vez que Bergoglio le ha recibido en Roma. Eso no lo hace con cualquiera», señalan a este diario, a la vez que subrayan cómo «Francisco le ha pedido algún favor personal a Cañizares que ha cumplido de forma sobresaliente. Solo el Papa y él saben de qué se trata».
En su vuelta a casa, de nuevo los báculos confían en él para que una vez más acompañe Blázquez como vicepresidente entre los años 2017 y 2020, pilotando juntos la transición española al proyecto de Iglesia en salida de Francisco.
Por si fueran pocos los galones ganados a pulso de puertas para adentro, entre otros reconocimientos, Don Antonio atesora en su haber ser miembro de la Real Academia de la Historia desde 2008, cuenta con la Gran Cruz de la Orden de Jaume I de la Generalitat Valenciana y acumula no pocos «honoris causa» universitarios.
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