Ni la tumba de Alejandro Magno ni la de ningún otro rey perdido del Egipto grecorromano. La apertura del gigantesco sarcófago de granito negro hallado a principios de julio en un solar de la mediterránea Alejandría ha echado por tierra todas las especulaciones que durante los últimos días habían irritado a las autoridades egipcias. El interior sólo ha arrojado los restos de tres esqueletos,probablemente pertenecientes a tres soldados, sumergidos en aguas residuales.
Con el boato habitual en los hallazgos arqueológicos en la tierra de los faraones, una comitiva -huérfana, en esta ocasión, de reporteros- ha acompañado el levantamiento de los cadáveres. El ataúd, que pesa entre 20 y 30 toneladas, fue descubierto fortuitamente en una propiedad privada del barrio alejandrino de Sidi Gaber mientras una constructora horadaba el subsuelo. "Hemos abierto el sarcófago pero no nos ha alcanzado ninguna maldición", ha declarado con sorna Mustafa al Waziri, secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades a propósito del revuelo mediático que ha rodeado el hallazgo.
Tras un primer examen de los restos humanos, la comisión encargada de abrir el sarcófago ha descartado que las tres momias estén vinculadas a la familia realque gobernó Egipto durante la época ptolemaica (332 a.C.-30 d.C.). Shaaban Abdelmoneim, uno de los miembros de la comisión y especialista en momias y esqueletos, ha señalado que el estudio preliminar sugiere que probablemente los finados fueran tres oficiales del ejército. Uno de los cráneos presenta, además, una incisión resultado de un golpe propinado con una flecha.
Las otras dos calaveras, identificadas como varones adultos, se hallan intactas y serán sometidas a un escaneado para descifrar sus edades, recrear sus rostros e identificar con precisión la fecha en la que fueron enterradas y la causa de su fallecimiento. La sepultura, de 2.000 años de antigüedad, es una mole de granito negro que mide 265 centímetros de longitud y 185 centímetros de altura. Asomó a principios de este mes mientras una excavadora removía las entrañas de un solar a cinco metros bajo tierra en una de las múltiples operaciones inmobiliarias que están arrasando el entramado urbano de la otrora cosmopolita urbe y poblándolo de espigadas y grises torres de apartamentos.
Al destapar el ataúd, el equipo del ministerio de Antigüedades egipcio -al que se han sumado expertos llegados del alto Egipto- se ha topado con un interior anegado por las aguas residuales. Una fisura en el costado este del gigante provocó la filtración y la descomposición de las momias. En la operación para desempolvar su contenido y rescatarlo de la hendidura ha participado, como en misiones anteriores, el cuerpo de ingenieros del ejército egipcio. Tras la exhumación de los cadáveres, un vehículo militar recuperará el ataúd de las profundidades.
El féretro -esculpido en una piedra procedente de la sureña ciudad de Asuán, a más de mil kilómetros de Alejandría- será trasladado a un museo del ejército en el norte del país. Los cuerpos, en cambio, enfilarán el camino hacia el Museo Nacional de Alejandría, donde será estudiados. Un equipo del ministerio, entretanto, auscultará con sensores el terreno donde se ha hallado el ataúd en busca de otros objetos. Durante los trabajos de recuperación, los funcionarios no han localizado ninguna huella de "máscaras de oro o plata, figurillas o amuletos que puedan indicar que pertenecen a la familia real", ha subrayado Al Waziri.
Aunque el descubrimiento fue anunciado a principios de julio, fue la semana pasada cuando el hallazgo se convirtió en un fenómeno viral suscitando teorías y elucubraciones. Egipto, escarmentado tras el circo mediático que provocó la hipótesis de la existencia de cámaras ocultas en la tumba de Tutankamón, ha tratado desde entonces de contener el vendaval. "He recibido muchas llamadas de todos los rincones del planeta preguntando por el sarcófago de Alejandría. No sé por qué es tan importante", reconocía Al Waziri el pasado sábado durante la rueda de prensa en la que se desveló el hallazgo de un taller de momificación en la necrópolis de Saqara.
"Es tan sólo uno más de los 46 sarcófagos que hemos descubierto durante esta campaña", agregó presumiendo de la retahíla de tesoros que aún guardan las arenas de Egipto y entusiasman a los forofos de la Egiptología. Desde su aparición, las autoridades habían negado con insistencia que pudiera tratarse de la sepultura de Alejandro Magno, la reina Cleopatra o el faraón Ramsés II. Cuerpos extraviados de monarcas que continuarán alimentando enigmas.
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