A veces da la impresión de la religión está recuperando adeptos en algunos países, sobre todo en Estados Unidos, si echamos un vistazo a la deriva electoral que allí está teniendo lugar. Sin embargo, esta deriva no es tal si analizamos los porcentajes de votantes y sus creencias.
Porque quienes no profesan ninguna religión votan menos que los que la profesan.
Votante medio
En 2012, los estadounidenses sin afiliación religiosa constituían un 20 % de la población, pero el 12 % de los votantes. Los protestantes evangélicos blancos, sin embargo, integraban el 20 % de la población adulta, pero constituían el 26 % de los votantes, más del doble de la proporción de los irreligiosos.
Es difícil saber por qué ocurre algo así, pero una explicación podría ser que las religiones organizadas están, valga la redundancia, organizadas, y les resultan por tanto más fácil conseguir votos y llevarlos a su terreno. Tal y como lo explica el psicólogo de Harvard Steven Pinker en su libro En defensa de la Ilustración:
Aunque quienes no se identificaban con ninguna religión apoyaban a Clinton frente a Trump en una proporción de tres a uno, el 8 de noviembre de 2016 se quedaron en casa, mientras que los evangélicos hacían cola para votar. Patrones similares son aplicables a los movimientos populistas europeos.
La realidad es que la creencia en la verdad literl de la Biblia entre los entrevistados en la encuesta Gallup ha descendido entre los estadounidenses, desde el 40 % en 1981 hasta el 28 % en 2014, mientras que la creencia de que se trata de un libro de "fábulas, leyendas, historia y preceptos morales registrados por el hombre" creicó desde el 10 hasta el 21 %.
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