El trabajo apasionado de un restaurador y el ingenio de un artista de la iluminación han logrado devolver la luz al «Moisés» de Miguel Ángel Buonarroti, tal y como el escultor florentino lo había pensado en el momento de realizar y ubicar su imponente obra en la basílica de San Pietro in Víncoli, hace 500 años. Todo comenzó entre 1999 y 2001, durante las obras de restauración y limpieza que el historiador Antonio Forcellino hizo del monumento funerario dedicado al papa Julio II, del que forma parte la estatua de Moisés -junto a la Fe y la Caridad, y la Virgen con el Niño- cuando el experto concluyó, entre otras cosas, que Miguel Ángel hizo girar la imponente cabeza marmórea hacia su izquierda para que la luz natural, proveniente de un gran ventanal, le llegara frontalmente y permitiera apreciar con mayor precisión los matices cromáticos y morfológicos creados por los distintos tratamientos dados al mármol de Carrara en su elaboración.
Esa ventana, que resultaba ser fundamental para admirar la obra en todo su esplendor, fue absurdamente tapiada en 1875 con la construcción de la Facultad de Ingeniería de la Universidad La Sapienza, contigua a la basílica. Una decisión descuidada e infeliz que oscureció la belleza del conjunto escultórico, pero, hoy en día, gracias a las innovaciones tecnológicas al servicio del arte, el diseñador de iluminación Mario Nanni ideó un sistema capaz de recrear la intensidad y los colores de la luz del sol, volviendo a abrir aquel ventanal de manera virtual. Para devolver la iluminación deseada por Miguel Ángel, que eligió la basílica de San Pietro in Víncoli para su obra precisamente por las posibilidades de entrada de luz que presentaba, Nanni utilizó sofisticadas técnicas informáticas y lámparas led, especialmente encargadas a la casa Viabuzzino, que simulan los distintos matices cromáticos de la luz exterior romana durante las 24 horas del día, desde el amanecer, aumentando la intensidad a medida que se llega al mediodía y disminuyendo hasta el atardecer, completándola incluso con una luz lunar, cuando sea el caso. Se da la cuircunstancia de que la utilización del led ya ha dado muy buenos resultados en parte de los Foros Romanos y de la Capilla Sixtina, en el Vaticano.
Según Nanni, el proyecto partió de la posibilidad de interpretar la luz natural que entra en la iglesia. «He dado al Moisés la luz dividida en cuatro actos, que van de la aurora al crepúsculo, de manera de obtener un rendimiento cromático que resalta los matices de los naranjas a los rojos y que integra la luz natural del exterior con la del interior», dijo.
Las técnicas utilizadas por Miguel Ángel han llevado a darle el sugestivo título de«Escultor de la Luz» y, precisamente, con este trabajo restaurador que hizo Forcellino con el Moisés se notan las sutilezas que hicieran decir a Giorgio Vasari -arquitecto y escritor considerado el primer historiador del arte, contemporáneo de Buonarroti- que «parece más bien una obra salida de un pincel que de un cincel».
Antonio Forcellino, que dedicó muchos años de su vida al monumento fúnebre de Julio II, lo explicó así: «Es la idea del claroscuro -que Miguel Ángel ya usaba en sus cuadros matizando con cuidadosas dosis de blanco- aplicado al mármol. Al terminar las esculturas, escoge con atención los instrumentos y el tipo de gesto, cuando quiere que la piedra absorba la luz usa solo la gradina -un cincel dentado-, cuando quiere una mayor luminosidad usa la piedra pómez, que crea un efecto liso sobre el mármol, cuando quiere lustrar y dar un efecto de preciosidad a la piedra usa el plomo, como lo hace, por ejemplo, sobre el brazo del Moisés y sobre la frente, donde sabe que caerán los rayos del sol. Visto desde lejos, bajo la luz, son las partes del monumento que aparecen más brillantes cuando están iluminadas».
En la presentación de la culminación de todo el trabajo, Forcellino aseguró que «es uno de los días más bellos de mi vida porque veo coronado un sueño. En el curso de la restauración me di cuenta de que, según la luz, Miguel Ángel había tratado en forma distinta los mármoles y nunca habríamos entendido su narración escultórica si no hubiésemos devuelto la estatua a su iluminación original».
«Pasaron casi dos siglos en los que nadie podía ver al Moisés, y la tumba de Julio II de la que forma parte, como lo había querido su autor. Es un regalo que le hago al mundo», agregó emocionado. Para Nanni, el maestro de las luces, ha sido «un fantástico trabajo de equipo», al tiempo que aconsejó visitar la basílica, «incluso quien ya conoce esta obra, tiene que volver a verla, porque ahora, de veras, ¡es otra cosa!».
El papa Julio II encargó a Miguel Ángel su propio monumento funerario, que habría de ser colocado en el Vaticano, sin embargo, el papa fue sepultado allí con otra obra, porque el conjunto escultórico no pudo ser concluido a tiempo debido a los frecuentes conflictos entre el artista y el pontífice, quien, de hecho, estaba más entusiasmado por la reestructuración de la basílica de San Pedro dejando de lado la idea del mausoleo. Por ello, el Moisés fue concluido después de la muerte del papa y dejado en San Pietro in Víncoli (San Pedro Encadenado) la basílica que conserva la cadena que, según la tradición, ató al santo durante su prisión.
La obra representa un majestuoso Moisés sentado, con las Tablas de la Ley bajo el brazo, mientras toca su larga y ondulada barba, pero el punto focal, que hace de la estatua una de las más importantes de la historia, son los ojos que, increíblemente, logran expresar la mirada intensa y furiosa que ha debido tener el profeta ante la veneración del becerro de oro por parte de los israelitas, las venas marcadas y los músculos tensos dan la impresión que estuviese a punto de levantarse y destruir todo.
Se dice que el Moisés era una de las esculturas preferidas de Miguel Ángel, la leyenda popular cuenta que el artista le dio un martillazo a la rodilla gritándole: «Parla! Perché non parli?» (¡Habla! ¿Por qué no hablas?). Aunque es difícil pensar en una agresión a su propia obra, da la idea de su satisfacción ante la perfección artística que había logrado sacar de un bloque de mármol.
La grandeza de Miguel Ángel Buonarroti atravesó cinco siglos, llegó hasta nuestros días y, se espera que pueda perdurar eternamente, la ventana que había sido cerrada sin imaginar el daño artístico que ello acarreaba fue «re-abierta» virtualmente gracias al trabajo conjunto de un equipo encabezado por Forcellino y Nanni, con el patrocinio del juego de la lotería (Lottomatica Holding), que cubrió los gastos, para que millones de visitantes puedan seguir admirando esta obra de Miguel Ángel gratuitamente.
La Basílica de San Pietro in Víncoli está situada en el céntrico barrio romano de Monti.
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