La lectura de Las mil y una noches despertó en un buen número de damas británicas, aristocráticas y aventureras, la fascinación por un Oriente de harenes, bazares, caravanas y nómadas beduinos. A comienzos del siglo XIX viajar más allá de El Cairo o Estambul era una peligrosa aventura: el pillaje, los despóticos pachás turcos, las epidemias, las duras travesías por el desierto, echaban atrás a los viajeros más curtidos. Este libro recoge las apasionantes vidas de unas mujeres atraídas por el mundo árabe que dejaron su huella en Oriente Próximo: lady Mary Montagu, la primera occidental en acceder al interior de los harenes otomanos, la excéntrica lady Hester Stanhope, la hermosa lady Jane Digby, que vivió una apasionada historia de amor con un jefe beduino o, ya entrado el siglo XX, otras audaces exploradoras, arqueólogas y espías al servicio del Imperio Británico como Gertrude Bell, que en calidad de secretaria para Oriente ayudó a trazar las fronteras del actual Irak, la incansable Freya Stark y la famosa escritora de novelas policíacas Agatha Christie. Todas ellas abandonaron el confort de sus mansiones por una vida nómada y en ciudades como Bagdad, El Cairo, Damasco o Estambul aún se las recuerda.
Me acabo de leer este libro y es sorprendete la pasión que estas mujeres pusieron en el conocimento del mundo de Oriente Medio, superando prejuicios, incomodidades, el conocimiento de lenguas extrañas y una cultura absolutamente diferente a la nuestra. Pasión que se recoge en sus obras y en las aventuras que pasaron. Una lectura refrescante ahora que el mundo de Oriente Medio está bajo la vigilancia de la lupa. Es curioso como eran acogidas y respetadas estos personajes que ante todo mostraban admiración y respeto por lo desconocido, algo de lo que deberíamos aprender para evitar separaciones entre culturas tan diferentes, se trata de crear puentes, no dinamitarlos.
Nacho Padró