es ampliamente conocido que los antiguos egipcios preparaban con todo lujo de detalles su vida de ultratumba con el objetivo de evitar cualquier contratiempo cuando llegase el momento de emprender el peligroso y temido viaje hasta el reino del dios Osiris, los campos de Iaru, donde, si todo iba bien, disfrutarían de una vida como la que tuvieron en la tierra.
Para ello, lo más importante era conservar el cuerpo a la perfección mediante el proceso de momificación. Una vez llevado a cabo este largo y costoso procedimiento (del cual existían distintas calidades), la momiaresultante, cuidadosamente envuelta en telas de lino entre las que se habían intercalado diversos amuletos protectores, tenía que ser depositada en un ataúd y colocada en su tumba. Evidentemente dependiendo de la categoría social y del poder adquisitivo del difunto y su familia, también había ataúdes más ricos, mejor decorados y más bellos.
Lo que sí está claro es que toda momia necesitaba su ataúd… Y también su sarcófago. Ya desde las primeras dinastías tenemos constancia de la existencia de estos elementos funerarios. Aunque debemos destacar la diferencia entre sarcófago y ataúd, ya que muchas veces ambos conceptos se confunden. En los ataúdes, que normalmente son de madera, se depositaba la momia, y los sarcófagos, por lo general de piedra, eran, de hecho, "contenedores de ataúdes". Con el paso del tiempo, la forma y decoración tanto de unos como de otros fue variando, y su estudio ha constituido una valiosa fuente de información para los investigadores.
DECORACIONES PROTECTORAS
Los primeros ataúdes egipcios de los que tenemos noticia eran de forma rectangular, no muy largos, y adquieren forma antropomorfa desde finales del Reino Medio (2055-1650 a.C.). Pero algunos difuntos no solo disponían de un ataúd, sino de varios. Como si de una muñeca rusa se tratara, algunos ataúdes iban introducidos uno dentro de otro para resguardar mejor a la momia del difunto.
Estos ataúdes presentaban normalmente una profusa decoración, tanto por dentro como por fuera, siempre de tema religioso. Se representaban escenas de divinidades y también textos funerarios como el Libro de los muertos. A partir de la dinastía XVII, se implementó un tipo de decoración característica conocida como rishi, adornado con un diseño de plumas, que representaría, según algunos expertos, las alas de las diosas Isis y Nefits.
Como hemos visto, los ataúdes se decoraban tanto por fuera como por dentro. La decoración interna acostumbraba a contener una imagen de Nut, la diosa del cielo, que se mostraba estirada para proteger completamente la momia del difunto. Así, el ataúd se convertía en una representación a pequeña escala del mundo.
En cuanto a los sarcófagos, que eran normalmente de piedra y de forma rectangular, durante el Reino Nuevo (1550-1069 a.C.) los de los faraones estaban decorados con imágenes de las cuatro diosas protectoras, Isis, Neftis, Neith y Selkis, una en cada esquina y con las alas desplegadas. En época saíta (664-332 a.C.) estos sarcófagos adoptan una forma antropomorfa bastante robusta y contundente.
Como curiosidad también podemos destacar que dependiendo de si el difunto era un hombre o una mujer, el rostro pintado en el ataúd (recordemos que los ataúdes normalmente tenían forma antropomorfa) tenía distinto color: rojo para los hombres y amarillo para las mujeres. Asimismo sobre el rostro y los hombros de la momia se acostumbraba a colocar una máscara funeraria, casi siempre hecha de cartonaje (estaba pintada y se elaboraba con capas de lino empapado en yeso), que estaba pensada para ofrecer una protección adicional a la momia.
COMPAÑÍA PARA EL OTRO MUNDO
Pero no todo el mundo quería viajar solo a la otra vida. Quienes habían tenido una amada mascota que había muerto antes que ellos, se hacían acompañar por el animal (tanto si era un perro, un gato, un babuino o un hurón) para disfrutar de su compañía eternamente. En algunos casos la momia del animal se colocaba dentro del ataúd, a los pies de su amo.
Otra compañía imprescindible para un difunto eran los ushebtis o "replicantes". Estas figurillas eran sustitutos mágicos del muerto y tenían el deber de trabajar en el más allá en su lugar cuando se les instaba a ello. De forma momiforme, llevaban inscrito en su cuerpo el capítulo 6 del Libro de los muertos, que explica cuál será su labor en los campos de Iaru. Los ushebtis se guardaban en unas cajas específicas para ellos y se depositaban como parte importante del ajuar funerario.
Los egipcios también consideraban que un difunto debía viajar al más allá con todos sus elementos, su cuerpo debía estar completo. Por eso, aunque durante el proceso de momificación se extraían las vísceras, estas eran también momificadas y depositadas en unos recipientes especiales, los vasos canopos, cuyas tapas a partir del Reino Medio representaban a los cuatro hijos de Horus: Qebehsenuef con cabeza de halcón y protector de los intestinos, Duamutef con cabeza de chacal y protector del estómago, Amset con cabeza humana y protector del hígado y Hapy con cabeza de babuino y protector de los pulmones.
Finalmente, los ataúdes disponían de una base amplia para poder ponerlos de pie. Esto era necesario durante la celebración de los ritos funerarios que se llevaban a cabo en la entrada de la tumba, justo antes del entierro. El más importante de ellos era el conocido como el ritual de Apertura de la boca, mediante el cual el difunto recuperaba todos sus sentidos para tener una vida completa en el más allá.
De este modo, si el difunto podía disfrutar de todo lo necesario para su viaje, sin que le faltase ningún elemento, nada podía fallar. Solo faltaba esperar que hubiera sido una persona justa de corazón y que el juicio del tribunal de Osiris le fuera favorable…
No hay comentarios:
Publicar un comentario