lunes, 24 de junio de 2024

Las cosas buenas que nos pasan no nos hacen felices si no se comparten según los psicólogos

 

conexion felicidad

Conectar con los demás es la mejor forma de elevar nuestra sensación de felicidad y bienestar, dado que necesitamos compartir con otros para ser felices. 

ISTOCK

El psicólogo y catedrático Bruce Hood, escribe en su libro La ciencia de la felicidad: siete lecciones para vivir bien, que “si queremos ser más felices, tenemos que aprovechar esta oportunidad (haciendo referencia a cambiar y crecer) para vernos como el producto de nuestra interconexión con los demás, y no como una isla”. El experto en la psicología del desarrollo no deja espacio a dudas: la felicidad se encuentra en compañía de los demás, y no en la soledad.

Y es solo uno de los muchos expertos que investigan la relación que hay entre compartir con los demás aquello que disfrutamos y la felicidad. Parece haber una evidencia clara e indiscutible entre estos dos factores, tal y como te contamos a continuación.

LA CONEXIÓN COMO FUENTE DE FELICIDAD

Como decíamos, Bruce Hood no es el único experto que afirma que la felicidad está asociada a compartir lo que nos sucede en la vida con los demás. El psiquiatra Robert Waldinger dirigió un famoso estudio en la Universidad de Harvard que demostraba que las relaciones humanas de calidad son la clave de nuestra salud, tanto física como mental.

Y no es de extrañar. Al fin y al cabo, los seres humanos somos animales sociales. Dependemos los unos de los otros para nuestro bienestar, para prosperar, y por eso nuestro cerebro recompensa químicamente todos aquellos procesos en los que compartimos tiempo y espacio con otros humanos.

EL FACTOR QUÍMICO

Aunque cuando hablamos de felicidad hay muchos factores a tener en cuenta, el químico suele ser el más estudiado por psiquiatras y psicólogos, por ser el punto menos abstracto sobre el que podemos debatir. Sus indicadores, al menos, son específicos, aunque las interpretaciones de los estudios que pueden hacerse sobre los resultados sean igualmente complicadas.

Lo que la ciencia ha descubierto respecto a esto es que somos más felices cuando realizamos actividades sincronizadas.Cuando todos los participantes coordinan sus actos, incluso las experiencias más desagradables se vuelven tolerables.

Esto se ha probado en un estudio realizado con un equipo de remo, en el que se demostraba que el entrenamiento sincronizado eleva el umbral del dolor, reduciendo la sensación física de malestar de los miembros del equipo.

Esta sincronización, tal y como explica Hood, no solo se manifiesta en los movimientos del cuerpo. También puede detectarse en la actividad cerebral de personas que participan en una experiencia común. Hay estudios, por ejemplo, que detectan disparos neuronales sincronizados en la actividad cerebral entre las personas que disfrutan de una misma película, demostrando que las emociones funcionan como un mecanismo de unión entre los seres humanos.

Otra prueba química de este factor clave para la felicidad se encuentra en la liberación de endorfina y oxitocina, dos hormonas de la felicidad, cuando bailamos, reímos o cantamos con otras personas.

Todo esto nos lleva a concluir que, en realidad, la clave de que algo nos haga felices no está en el hecho en sí, sino en la capacidad de compartirlo con otras personas.

HÁBITOS PARA SER FELIZ A TRAVÉS DE LA CONEXIÓN

Los expertos como Bruce Hood que han estudiado cómo funciona el cerebro y la relación de la felicidad con las conexiones humanas recomiendan que adquiramos una serie de hábitos que pueden marcar la diferencia en nuestra salud mental. Los más importantes son los siguientes:

  • Deja el teléfono en el bolso. Cuando estés con tus amigos, tu familia, o en cualquier interacción social, por pequeña que parezca, deja el móvil en el bolso o en el bolsillo. Los teléfonos nos distraen en estas circunstancias, mermando nuestra felicidad, dado que interrumpen la conexión que podemos establecer con los demás.
  • Participa en actividades sincronizadas. Toda aquella actividad que implique sincronía con otras personas puede hacerte feliz. Desde ver un programa de televisión con amigos, en lugar de en soledad, hasta practicar deportes, montar una coreografía o preparar un espectáculo en grupo. Al compartir experiencias así con los demás, conseguirás aumentar tus niveles de felicidad.
  • Escucha de forma activa. Hood, al igual que otros expertos en la materia, aseguran que una de las claves de la felicidad es dejar de lado el ego. Para ello, un buen truco consiste en hablar menos y escuchar más. Hacer preguntas interesantes, críticas constructivas en base a lo que has escuchado y comprender genuinamente a los demás aumentará tu sensación de conexión y, en consecuencia, tus niveles de felicidad.
  • Haz cursos o talleres. Si sueles sentirte sola, este truco puede ser clave para cambiar el sentido de tu vida. Apúntate a un curso de algo que te guste o te interese. Los expertos recomiendan como primera opción el canto, dado que cantar es la forma más rápida de disparar los medidores de felicidad en nuestro cerebro, pero cualquier actividad que disfrutes y puedas hacer en compañía servirá.
  • Planifica actividades en grupo. La idea es que prepares un plan para un pequeño grupo, tus amigos o tu familia, pensando no solo en lo que te apetece hacer a ti, sino en cómo disfrutarán los demás. Esto no solo te hará feliz cuando el plan al fin se desarrolle, sino que te permitirá sentirte plena durante la planificación, al conectar emocionalmente con las necesidades de los demás.

descubren un misterioso ajuar eucarístico y monedas de plata en hungría

 en el año 2023, en el marco del Programa de Topografía Arqueológica, un grupo de expertos del Instituto Arqueológico Nacional del Centro de Colección Pública del Museo Nacional de Hungría, se encontraba realizando labores de excavación cerca del lago Tisza, en el extremo sureste de Hungría. En el transcurso de su trabajo descubrieron, en el pueblo de Tomajmonostora, los restos de una abadía benedictina medieval.

"El año pasado también se aclararon las capas de la basílica monástica de tres naves y de la antigua iglesia circular. Así encontramos la abadía benedictina medieval y la iglesia del asentamiento anterior", ha declarado Gábor Virágos, arqueólogo y subdirector general del Centro de Colección Pública del Museo Nacional de Hungría y presidente del Instituto Arqueológico Nacional de este país.

Las excavaciones en el cementerio de la abadía medieval sacaron a la luz algo extraordinario en una de las tumbas: un extraño juego eucarístico de plata que consta de un cáliz y un plato que fueron usados en su momento para consagrar y compartir el pan y el vino durante el sacramento de la Eucaristía. Según los investigadores, estos objetos ceremoniales podrían estar datados entre los siglos XIII y XIV, y fueron dispuestos junto a los restos óseos del difunto, concretamente en su mano.

RELACIONES AUSTRO-HÚNGARAS

Parte del proyecto emprendido por el Instituto Arqueológico Nacional también ha consistido en determinar los sitios clave de la Batalla de Keresztes (también conocida como la Batalla de Mezőkeresztes), que se libró en 1596 entre una fuerza combinada del Imperio de Habsburgo y el principado de Transilvania y el Imperio otomano, cerca del pueblo de Mezőkeresztes. Durante esta investigación, dirigida por Gábor Bakos, los arqueólogos localizaron un tesoro de 70 monedas de plata emitidas por los príncipes de Austria. 

Parte del proyecto emprendido por el Instituto Arqueol��gico Nacional también ha consistido en determinar los sitios clave de la Batalla de Keresztes.

Imagen de la copa y el plato de plata tal como fueron descubiertos por los arqueólogos. 

Imagen de la copa y el plato de plata tal como fueron descubiertos por los arqueólogos. 

Nemzeti Régészeti Intézet
Tesorillo de setenta monedas de plata acuñadas entre los siglos XIII y XIV.

Tesorillo de setenta monedas de plata acuñadas entre los siglos XIII y XIV.

Nemzeti Régészeti Intézet

"La presencia de denarios vieneses como los que se acaban de descubrir confirma las estrechas relaciones comerciales que hubo entre Austria y Hungría, tanto en la parte occidental del país como a lo largo de la ruta comercial de Kassia a Cracovia. En este último caso se incluye un hallazgo de medallas que fue encontrado en la zona de Mezőkeresztes", ha explicado el numismático e investigador Enikő Kovács sobre este importante proyecto arqueológico que, al parecer, seguirá aportando grandes sorpresas.

lunes, 17 de junio de 2024

identifican el manuscrito más antiguo del evangelio que habla sobre la infancia de jesús

 la biblioteca estatal y universitaria Carl von Ossietzky de Hamburgo, en Alemania, conservaba entre su inventario, sin saberlo, un fragmento de manuscrito que se remonta a las primeras etapas del Cristianismo. 

Así lo han confirmado los papirólogos Lajos Berkes del Instituto para el Cristianismo y la Antigüedad de la Humboldt-Universität zu Berlin (HU), y el profesor Gabriel Nocchi Macedo de la Universidad de Lieja, en Bélgica.

Tras un cuidadoso análisis del trozo de papiro los expertos han podido datarlo entre los siglos IV y V d.C., y además confirmar que formaba parte de la copia más antigua que se conoce del Evangelio de la infancia de Tomás. Un detallado estudio se publicará en la revista de papirología y epigrafía (Zeitschrift für Papyrologie und Epigraphik).

ACERCA DE LA INFANCIA DE JESÚS

El fragmento ha resultado ser una gran aportación a las investigaciones en el ámbito bíblico. Hasta este momento, la copia más antigua conocida del Evangelio de la infancia según Tomás era una versión griega del siglo XI, mientras que se calcula que el códice original habría sido escrito en el siglo II d.C.

Se trata de uno de los evangelios apócrifos que no forman parte de la Biblia pero que relatan los milagros de Jesús, en concreto sobre su infancia, una misteriosa etapa de la que se conoce muy poco en comparación con el resto de episodios de su vida. A pesar de no estar incluidos en la Biblia, las historias narradas en los apócrifos gozaron de gran popularidad. 

Con un tamaño de aproximadamente 11x5 centímetros, en el fragmento se pueden observar 13 líneas escritas en griego antiguo, escritas con una caligrafía que los expertos han calificado como torpe e irregular. Este hecho apunta a que fue escrita por un aprendiz, probablemente en una escuela o monasterio como práctica del arte de la escritura. Por este motivo, el hallazgo ofrece también información sobre la transmisión textual en la época. 

Dentro de las pocas palabras que se muestran en la pequeña porción del manuscrito los expertos pudieron identificar términos como "cacareo" o "rama", que dieron la clave para vincularlo al episodio de "la vivificación de los gorriones", correspondiente al segundo milagro de la infancia de Jesús según se describe en el evangelio apócrifo de Tomás. 

ESCRITO ORIGINALMENTE EN GRIEGO

El hecho de que esta copia temprana del manuscrito, que ahora pasa a ser la más antigua conocida en el mundo, esté escrita en letras griegas parece confirmar también la teoría de los expertos de que el códice original hubiera sido escrito en griego antiguo, y por tanto no se trataría de una traducción. 

Los Evangelios originales fueron textos redactados pocos años después de los propios hechos que en ellos se narran, y por tanto sería lógico pensar que se escribieron en la lengua que se hablaba en aquella época y lugar: el arameo. Sin embargo, esta incógnita todavía no ha podido ser descifrada, ya que se han encontrado fragmentos de los mismos textos en distintos idiomas.

La idea de que los manuscritos del Nuevo Testamento habrían sido escritos en la forma antigua del griego proviene de la enorme expansión de esta lengua durante la época de Jesús. Era además una de las más utilizadas para los documentos escritos durante los primeros siglos de la era actual, tal y como han demostrado diversos estudios arqueológicos. 

fragmento evangelio de la infancia de tomas

el cristianismo llega a japón: de la tolerancia a la persecución

el primer contacto de los japoneses con el cristianismo se produjo en 1549, con la llegada del jesuita navarro Francisco Javier. Su labor misionera y la de sus continuadores hizo que el cristianismo arraigara firmemente en el país. Contribuyó a ello también la protección que le dispensaron señores feudales como Oda Nobunaga, que en las décadas de 1560 y 1570 fue el hombre fuerte de Japón. 

En las zonas del suroeste muchos señores feudales se bautizaron, por motivos espirituales y por el enorme interés que despertaba en ellos el comercio con los españoles y los portugueses. Según el informe de Alejandro Valignano, en 1583 existían en Japón 200 iglesias. Otro jesuita, Gaspar Coello, afirma que había 150.000 cristianos repartidos por todo el archipiélago japonés. 

Para entender por qué el cristianismo se extendió de forma tan rápida y profunda en Japón hay que tener en cuenta la crisis que vivió la sociedad japonesa en los siglos XV y XVI, un período de continuas guerras que afectaron duramente tanto al campo como a las ciudades. En las calles se hacinaban vagabundos, mendigos y huérfanos, y en la capital, Kioto, había tantos cadáveres que eran arrojados a los ríos desde los puentes. 

Ante esta calamitosa situación, muchos, desesperados, perdieron la fe en la religión predominante en el pueblo hasta entonces: el budismo, que parecía incapaz de proporcionar esperanza alguna en este ambiente de crisis aguda. El cristianismo apareció entonces como una alternativa que colmaba los anhelos de salvación de muchos japoneses. 

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Jesuitas y franciscanos predicando en Japón a inicios del siglo XVII. Pintura sobre biombo, por Kano Naizen. Museo Municipal, Kobe.

Wikimedia Commons

La nueva religión se les presentaba como un pensamiento que aspiraba a la liberación del individuo, exponiendo la igualdad de todos los hombres ante Dios. Esta revelación atraía a un pueblo japonés oprimido por las convenciones feudales. Asimismo, la labor social y las acciones de caridad desarrolladas por los clérigos cristianos conmovieron a muchos y los incitaron a convertirse.

DESTIERRO Y PERSECUCIÓN

Este auge cristiano quedaría truncado en 1587, cuando Toyotomi Hideyoshi –que cinco años antes había conquistado el poder– promulgó, de forma inesperada, una «ordenanza para el destierro de los padres cristianos de tierras japonesas». Hideyoshi temía que la fraternidad y los lazos de unión entre los cristianos japoneses se erigiesen en un obstáculo para la consolidación de su poder.

El primer artículo de dicha ordenanza comenzaba así: «El Japón es un país divino. Por lo tanto, es absurdo que los padres cristianos vengan a este país para predicar enseñanzas heréticas». Se refería con ello a que, según el pensamiento sintoista, Japón fue creado por dioses que eran antepasados de los emperadores, idea que no podía ser cuestionada; en cambio, los cristianos postulaban que existía un único dios. Además, en esta misma época, un señor feudal, Omura Sumitada, donó la ciudad de Nagasaki a los jesuitas sin consultar previamente a Hideyoshi. 

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Imagen de Buda en un crucifijo de bronce. 1800. Museo de las Misiones Extranjeras, París.

Wikimedia Commons

Tras la publicación de la ordenanza de destierro, Toyotomi Hideyoshi volvió a mostrar cierta benevolencia hacia los cristianos, seguramente motivado por su interés en proseguir los intercambios comerciales con españoles y portugueses. Pero poco después, un incidente provocó la cólera del gobernador. El 27 de agosto de 1596, el galeón San Felipe, que navegaba de Manila a Acapulco, se vio sorprendido por una tormenta y buscó refugio en la playa de Urado, en la isla de Shikoku, al suroeste del país. 

El capitán del navío, Matías de Landecho, envió un delegado a Hideyoshi para pedir protección. Uno de los servidores de Hideyoshi, Masuda Nagamori, acudió a investigar la situación del galeón; mientras interrogaba al capitán del navío, éste, al parecer, le habló de un plan para conquistar Japón a través de la evangelización. Cuando Hideyoshi lo supo, montó en cólera y mandó ejecutar a todos los religiosos que viajaban a bordo del San Felipe. 

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Durante la segunda mitad del siglo XVI, los portugueses, a partir de su base en Macao, tomaron el control del tráfico mercantil entre China y Japón; sus grandes carracas (como la representada arriba, en un biombo de 1600).

Wikimedia Commons

A continuación, Toyotomi Hideyoshi dirigió su ira contra los franciscanos que predicaban públicamente en el archipiélago al margen de la ordenanza de expulsión. En total fueron apresados seis franciscanos y veinte cristianos japoneses, en las ciudades de Kioto, Osaka y Sakai, de donde fueron enviados a Nagasaki para su ejecución. En el camino, fueron detenidas dos cristianas más. El día 5 de febrero de 1597, en la ciudad de Nishizaka, en la provincia de Nagasaki, todos los detenidos fueron crucificados y alanceados hasta la muerte ante una multitud de cuatro mil personas.

Entre los católicos japoneses ejecutados figuraban gentes de muy diversa extracción social, como Miguel Kozaki, fabricante de arcos y flechas, y Cosme Takeya, forjador de espadas; Pablo Miki, miembro de una rica familia de Kioto, que fue educado por los jesuitas y se convirtió en catequista; León Karasumaru, un antiguo bonzo (monje budista) convertido por los jesuitas y que apoyó activamente la actuación de los misioneros franciscanos; o Pablo Ibaraki, un antiguo samurái. También los había de todas las edades, incluso niños, como Luis Ibaraki, de once años, sobrino de Pablo.

Toyotomi Hideyoshi

Hideyoshi en una pintura japonesa contemporánea de autor anónimo. Museo Kodaiji Sho, Kioto.

Wikimedia Commons

La noticia de la muerte de los Veintiséis Mártires de Nagasaki –como se conocería más tarde el episodio– llegó a todos los rincones del orbe cristiano. Pedro Martins, obispo de Japón, transmitía así lo acaecido en Nagasaki a sus compañeros franciscanos en Europa: «En este intermedio, pues [...], padecieron glorioso martirio por la predicación, enseñanza y confesión de nuestra fe, en la ciudad de Nagasaqui en cinco de febrero de 1597, en el tiempo del emperador Tayco [Toyotomi Hideyoshi], seys religiosos descalços de la Orden de San Francisco, que fueron los primeros mártires de aquel reyno, y otros veinte japoneses». 

EL CÓDIGO DEL HONOR

Las medidas represivas de Hideyoshi no cogieron a los cristianos japoneses por sorpresa. Desde finales del siglo XVI, los misioneros habían comenzado a explicar el significado del martirio y preparaban espiritualmente a los cristianos nativos para ese momento de máxima prueba de fe. Así, se redactaron algunos textos en los que se recomendaba padecer por amor a Jesucristo toda clase de sufrimientos antes que apostatar. En 1591 se publicó un libro titulado Santos no Omiwaza,  «Crónica de los Santos», en el que se relataban las historias heroicas de los mártires de la Iglesia a partir de los textos del escritor español fray Luis de Granada.

Además, los cristianos japoneses afrontaban la dura prueba del martirio seguramente influidos por el espíritu de las reglas de caballería japonesa, el llamado bushido, que se había fraguado desde el siglo XII. De hecho, la evangelización de Japón llevada a cabo por los religiosos europeos coincidió en el tiempo con el perfeccionamiento de este código caballeresco, que impregnaba poderosamente todas las facetas de la vida de los japoneses, inmersos en un sistema feudal. 

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Martirio de san Pablo Miki y otros jesuitas en un grabado de A. van Diepenbeeck.

Wikimedia Commons

El bushido tenía como principio la fidelidad de los vasallos a sus señores, que podía llegar hasta el suicidio ritual, o seppuku; del mismo modo, los cristianos asumieron el martirio como una prueba de fidelidad a la palabra dada a Jesucristo, al que habían declarado vasallaje y sumisión en el momento del bautismo.

Pese al episodio de 1597, en los años siguientes las autoridades japonesas mostraron cierta tolerancia hacia los cristianos, circunstancia que tiene mucho que ver con las relaciones comerciales que Japón mantenía con España y Portugal. Esta situación se prolongó hasta 1614, año en que el hombre fuerte del país, el shogun o primer ministro Tokugawa Ieyasu, publicó una nueva ordenanza de expulsión contra los sacerdotes católicos.

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Asalto a un castillo cristiano durante la revuelta de Shimabara.

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Se desencadenó entonces una campaña de persecución total contra los cristianos japoneses. El jesuita Pedro Morejón narra la crueldad de los tormentos que sufrían quienes se mantenían fieles al cristianismo; en este caso, se trata de las torturas que padeció Miguel Yxida, de 62 años: «Saliendo esta vez al lugar del martirio, fui apaleado, desnudado en carne, atado y colgado en el aire, poniéndome una gran piedra en las espaldas: me cortaron todos los dedos de pies y manos, me pusieron la señal de la Santa Cruz con un hierro ardiendo en la frente y en fin me cortaron los nervios de las corvas». Yxida no renegó de sus creencias: «El poderío del Xogun de Japón quedó vencido a la fuerza de la santa fe, y yo alcancé la victoria. Esto hice escribir para que se sepa la verdad».

Muchas narraciones muestran cómo la extrema fidelidad a la fe de los cristianos japoneses les conducía al martirio voluntario. El jesuita Francisco Crespo refiere, en un relato sobre hechos acaecidos en 1624, durante este período de persecuciones, que cuando se prendieron las hogueras en que iban a perecer varios cristianos condenados, dos caballeros que presenciaban los hechos, y que eran cristianos aunque no se les conocía como tales, saltaron de sus monturas, forzaron el cordón de seguridad que rodeaba el espacio de la ejecución y «pasando por el mismo fuego» se abrazaron a dos religiosos, pereciendo con ellos. Un investigador japonés, Gonoi Takashi, ha contabilizado un total de 950 mártires desde 1614 hasta 1633. Sólo en 1622 murieron 128 cristianos; y en 1630, casi 200.

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Tras su ilegalización el Cristianismo no volvería a Japón hasta la caída del shogunato y la restauración de la autoridad imperial. En la imagen la iglesia de Oura en Nagasaki, construida por sacerdotes franceses en 1863.

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En 1637 estalló en la península de Shimabara, al este de Nagasaki, una gran rebelión cristiana que fue brutalmente aplastada y que contribuyó a que el shogun decidiera prohibir la entrada de occidentales en Japón (lo que dio inicio a una situacion de aislamiento que sólo se quebraría tres siglos después). Desde entonces, sólo subsistieron pequeñas células de católicos condenados a vivir en la clandestinidad.  

Las tres claves para encontrar el "suhka", la verdadera felicidad según la filosofía budista

 

Los budistas son los maestros de la felicidad más pura y duradera. Ellos la llaman “suhka”. Hemos tardado años hasta que en Occidente hemos aprendido a apreciarla e imitarles. Esa felicidad se basa en tres claves, todas ellas mucho más cerca de ti de lo que te imaginas.

ACTUALIZADO A 

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El budismo ha impactado mucho en nuestra cultura. Puede que sin saberlo hayas puesto en práctica alguna de sus ideas, porque una gran parte de sus enseñanzas son la base de la actual filosofía del bienestar. Después de casi 3.000 años de filosofía budista, nos hemos dado cuenta de que su camino era mucho más sabio que el del estrés y éxito a cualquier preciopor el que nos lleva el consumismo exacerbado que practicamos en Occidente.

Aspectos como la atención plena (el mindfulness) o la meditación y técnicas de respiración, que puedes haber aprendido para calmar los nervios, tienen su origen en el budismo. Por eso, a la hora de buscar la felicidad, quizá sea bueno dejarnos de adaptaciones de algún ‘coach’ americano y volver a las raíces.

El origen de la búsqueda de la felicidad que siguen gran parte de los expertos e ‘influencers’ actuales está en las enseñanzas del “suhka” de los budistas.

EN QUÉ CONSISTE LA FELICIDAD “SUHKA”

Decir felicidad “suhka” es algo redundante. “Suhka” simplemente es una de las palabras con la que el budismo se refiere a felicidad. No es una felicidad cualquiera. Es LA felicidad. Una condición de felicidad auténtica, profunda y que se alcanza plenamente a través de la comprensión y práctica del budismo.

Pero antes de que nos asustemos, digamos que hay múltiples grados de felicidad y no hace falta que acabemos levitando. Si nos quedamos con los principios básicos que nos enseña esta filosofía, ya tendremos mucho ganado para llegar al “suhka”.

Lo que transmite el budismo es que la felicidad no es algo que esté fuera. “De ti depende que quieras ser feliz”, asegura una de las máximas budistas. Ellos no entienden la felicidad solo como un estado transitorio de placer. Es una experiencia de bienestar y satisfacción mucho más duradera.

La felicidad no se basa en la posesión de grandes riquezas ni de objetos materiales, sino en el amor. Lo llevan diciendo siglos. Aquí tuvo que hacerse un macro estudio por parte la Universidad de Harvard, y que han llevado a cabo estudiando a cientos de voluntarios durante más de ochenta años, para que confirmaran esta verdad.

CÓMO SE LLEGA A LA VERDADERA FELICIDAD

Para alcanzar el “sukha” en los países occidentales, es importante comprender este cambio de paradigma. Lo repetimos: la felicidad no se basa en la posesión ni en la satisfacción de deseos.

La felicidad se basa en “la comprensión de la verdadera naturaleza de la realidad y la liberación del sufrimiento”. Dicho así, suena raro. Es que veamos las cosas en perspectiva. Lo que hoy te parece un drama enorme, mañana te puede parecer que era una tontería.

Woody Allen dijo que el humor nace del drama y el paso del tiempo. Es decir, que lo más terrible llega a diluirse hasta el punto de que podamos reírnos de ello. Reírnos es una señal de felicidad. No hay nada tan terrible que el tiempo no lo haya relativizado.

Es la comprensión de esa relatividad y la aceptación de la vida tal y como es lo que nos permitirá acercarnos a esas cotas de felicidad que tienen los monjes budistas. Todo eso, te lo organizas tú en tu cerebro.

LAS TRES CLAVES PARA ENCONTRAR EL ‘SUKHA’

La filosofía budista profundiza en el cultivo de la mente, en buscar la sabiduría como pilares para alcanzar la felicidad. También parte de un concepto de moral, en la que no buscas el mal ajeno, como la tercera base sobre la que sustentar sus creencias.

En un plano práctico, hay tres hábitos que hemos de practicar para alcanzar la felicidad:

  • El autoconocimiento. Si te analizas y ves por qué piensas de una determinada manera, podrás controlar mejor tus pensamientos más dañinos y que no te aportan. En este sentido, el budismo aconseja practicar la meditación y el mindfulness para ayudarte a practicar esa introinspección. La meditación permite a las personas comprender mejor su mente y la realidad que les rodea, lo que puede llevar entendimiento y aceptación de la vida.
  • El desapego. No hay nada material que dé una felicidad duradera. Al contrario, si haces una búsqueda por internet verás que triunfan los artículos que recomiendan simplificar nuestra vida, deshacernos de cosas y poner orden en nuestras casas. Menos es más. Haz limpieza.
  • El amor. Las relaciones estrechas y significativas son las que más felicidad proporcionan. Amar y compartir el amor por los otros sí es un caminoo significativo hacia el “sukha”.

Estas tres vías te servirán para hacer frente a lo que el budismo describe como las tres raíces del dolor, y por tanto, de la infelicidad: el autoengaño, la avidez y el odio.