Las enseñanzas del gran maestro cobran especial sentido en un mundo acelerado.
EL SENTIDO DE LA VIDA
“Cada pensamiento que produces, cualquier cosa que dices, cualquier acción que haces, lleva tu firma”, escribía el gran maestro budista vietnamita Thich Nhat Hanh, cuya influencia en el budismo europeo ha sido clave. Todo lo que haces, dices y piensas, es parte de quien eres. Te configura, y de alguna forma, configura el mundo en el que vives.
El maestro también dijo, “con tu sonrisa haces el mundo más bello”, y con la sencillez de estas dos ideas, nace una revolución. La idea de que quizá no puedas cambiar las grandes cosas. No puedes detener la guerra, no puedes frenar el cambio climático, no puedes arreglar el mundo. Pero hoy, en el mismo momento en el que lees estas palabras, sí hay algo que puedes hacer. Y es hacer un poco más feliz a la persona a la que tienes al lado.
¿Serviría de algo hacerlo? Por supuesto. Para empezar, te haría feliz a ti, porque nuestro cerebro está químicamente diseñado para recompensarnos cuando hacemos algo bueno por los demás. Para seguir, harías feliz a esa persona. Estarías viviendo una vida con un sentido, el de dar felicidad, en ese momento presente. Y de eso, al final, es de lo que va la vida. De marcharnos de esta Tierra habiéndola dejado un poquito más bonita de lo que la encontramos. Y para ello, necesitamos hacer el bien a los demás, aportarles un poco de felicidad.
LA MISIÓN
Asumida la misión, llega la siguiente pregunta. De acuerdo, hacer felices a los demás, me hará feliz. Es cierto, solo con propósito podemos dar sentido a nuestras vidas, y la felicidad parece la mejor de las misiones. Pero ¿cómo podemos hacer felices a los demás?
Puede que pienses que tu área de influencia sobre lo que sienten los demás sea limitada, pero no lo es. En absoluto. Estamos conectados, es un hecho. Si alguien entra en una habitación llena de personas llorando a moco tendido, todos, exceptuando a quien carezca de empatía, mirarán con rostro apenado a quien llora. Porque las emociones se contagian, porque estamos conectados a un nivel mucho más profundo del que imaginamos, como revela la neurocientífica Nazareth Castellanos. Somos holobiontes, seres conectados.
El asunto, en realidad, es comprender que, como dice el gran maestro budista, “la buena voluntad no es suficiente, tenemos que aprender el arte de hacer felices a los demás”.
EL ARTE DE HACER FELICES A LOS DEMÁS
Afrontada la voluntad, queda conocer el arte. Y por suerte, la ciencia y la psicología pueden ayudarnos en gran medida a dominarlo. Porque sí, sabemos, sin atisbo de duda, cuáles son los sencillos gestos que pueden ayudarnos a hacer felices a los demás. Y no, no se trata de grandes gestos ni sacrificios, sino de actos tan sutiles que integrarlos en tu vida apenas supondrá un esfuerzo, pero genera grandes recompensas.
- Escucha de verdad. Cuando escuchamos sin interrumpir, juzgar o adelantar soluciones, ofrecemos al otro un espacio en el que ser visto y comprendido. La psicología revela que ser escuchado con atención genera bienestar y conexión, un acto de presencia que puede tener un efecto sanador.
- Agradecer y reconocer. Mostrar gratitud y reconocer los esfuerzos ajenos genera un círculo de refuerzo emocional positivo. Dar las gracias es, por tanto, un gesto sencillo, y al mismo tiempo, una manera poderosa de hacer felices a los demás.
- Ser amable. “Realizar un acto de amabilidad produce el aumento momentáneo de bienestar más fiable de todos los ejercicios que hemos probado”, explica el padre de la psicología positiva Martin Seligman. Sonreír, ceder el paso, ayudar a alguien a cargar las bolsas de la compra, recoger el vaso de la mesa cuando terminas tu consumición en una cafetería. Son gestos sencillos, pero poderosos. Formas sutiles del arte de hacer felices a los demás.