Creer en Dios y otros seres sobrenaturales es algo frecuente en todos los países, culturas y épocas. Sin embargo, sabemos poco sobre qué hace que el procesamiento cerebral sobre el funcionamiento del mundo incluya en muchas personas estas creencias. ¿Por qué un porcentaje importante de la humanidad piensa que existe un ser (o varios) que creó el mundo y al ser humano, que controla nuestro comportamiento y que nos premia o castiga en función de nuestra adaptación a sus leyes?
La explicación de la Iglesia católica es que la fe es un don que se tiene o no, y no hay mucho que hacer al respecto. Pero es interesante plantearlo desde otra perspectiva: ¿Es diferente el cerebro de los creyentes del de los no creyentes? ¿Existe una región en la corteza cerebral destinada a la creencia en lo sobrenatural igual que la tenemos para el habla o para la lectura? ¿Puede un cambio brusco en la estructura cerebral, como una lesión o un ictus, convertir a un creyente en no creyente o viceversa?
Son preguntas para las que cada vez tenemos mejores respuestas. ¿Pero la neurodiversidad, los distintos tipos de cerebros humanos, afecta a la fe?
Los creyentes suelen imaginar a los dioses como seres con intenciones propias, que interaccionan más o menos con los humanos y con poderes extraordinarios. Responden a los anhelos de cada individuo y vigilan y evalúan su comportamiento, en particular en relación con los demás, en lo que llamamos el bien y el mal.
Mentalizar es la capacidad social y cognitiva para razonar sobre el funcionamiento de otras mentes diferentes a la nuestra. También se denomina como teoría de la mente o percepción de la mente. Es nuestra capacidad para ponernos en la piel de otra persona. En comprender que tiene pensamientos, emociones y deseos diferentes a los nuestros.
Esto nos ayuda a trazar nuestro curso de actuación. Ser capaz de leer otra mente es una habilidad útil en una especie tan social como la nuestra.
La mayoría de los neurocientíficos y psicólogos que han trabajado en el tema coinciden: las creencias en lo sobrenatural están enraizadas en los procesos cognitivos normales. Esas actividades cerebrales de percepción de la mente ajena surgen como respuesta a nuestros actos: anticipamos la respuesta de aquellos con los que tratamos.
También lo hacemos en nuestra relación con Dios. Hablamos con Él (¡o Ella!) y estamos pendientes de cómo puede reaccionar a nuestros rezos y al cumplimiento de sus normas. Por tanto, nos ponemos en su mente. De hecho, estudios de neuroimagen muestran que cuando una persona piensa en Dios o reza se activan las mismas regiones encefálicas que en los procesos de mentalización.
De esa manera, la teoría de la mente sería un componente necesario pero no suficiente de las creencias divinas. Los hombres somos de media peores que las mujeres a la hora de mentalizar y esto también se refleja en que somos menos proclives que ellas a creer en Dios.
Rezar tiene premio
Uffe Schjødt, de la Universidad de Aarhus (Dinamarca), vio que durante el rezo se producía un aumento significativo de la respuesta BOLD en el núcleo caudado. En otras palabras: se activaba el sistema de recompensa. Esto es interesante porque las repeticiones pautadas de rituales y oraciones son clave en las cinco religiones universales y parte de la vida cotidiana de miles de millones de personas. Así, el cerebro premia con una sensación de bienestar a las personas creyentes que practican su religión, que cumplen sus normas y que hablan con su dios.
Esto no quiere decir que la fe se base solo en la mentalización, pues pueden intervenir otros factores. Por ejemplo, es menos probable que las personas con un pensamiento analítico sean creyentes. Además, las personas pueden ser religiosas por aspectos psicológicos y culturales que no tienen nada que ver con su capacidad para ponerse en la mente de otros.
En su investigación, Schjødt usó un escáner de resonancia magnética para analizar el cerebro de 20 cristianos devotos. Los sujetos eran 20 jóvenes sanos (6 hombres y 14 mujeres), de entre 21 y 32 años de edad, sin enfermedades psiquiátricas o neurológicas conocidas.
Los investigadores querían ver la actividad cerebral durante la oración, pero hay dos tipos de rezo. Una parte formal, que consiste en oraciones estructuradas como el padrenuestro, y una parte menos formal, que consiste en una charla improvisada con Dios. Como grupo control frente a los dos tipos de rezo, los investigadores pidieron a los voluntarios que pronunciaran una canción de cuna, sin ese significado místico, y una petición mental de regalos a Santa Claus.
El resultado fue que al abordar estas tareas, religiosas o no, se activaron las mismas áreas cerebrales asociadas con la práctica y la repetición. El rezo libre cambiaba la respuesta BOLD y generaba una fuerte respuesta en la zona temporopolar, la corteza prefrontal medial, la unión temporoparietal y el precúneo.
Lo que dice la neurociencia es que la activación cerebral en estas regiones es similar a la que se produce cuando hablamos con un amigo. El autor del estudio lo explicaba diciendo que es “como hablar con otro ser humano. No encontramos evidencias de nada místico”. Para los autores del trabajo, “rezar a Dios es una experiencia intersubjetiva comparable a una interacción normal entre dos personas”.
Dos de las regiones que se activaron procesan las cosas que deseamos y valoran cómo otro individuo, en este caso Dios, puede reaccionar a nuestras acciones. También se vio activación en la corteza prefrontal, que se cree ayuda a juzgar las intenciones de otras personas, y en una zona que ayuda a acceder memorias sobre encuentros anteriores. Es decir, nuestro cerebro recuerda momentos semejantes, piensa cómo responderá Dios y activa las neuronas que codifican nuestras aspiraciones y las respuestas a ellas.
La corteza prefrontal es clave en la teoría de la mente. Se encarga, entre otras funciones, de la evaluación de la realidad y el juicio crítico. Es muy interesante que, en el caso de las peticiones a Santa Claus, esta zona permanecía inactiva. Esto sugiere que los voluntarios creyentes veían al barbudo de traje rojo como un ser ficticio, pero a Dios como un individuo real.
Estudios previos han demostrado que la corteza prefrontal no se activa cuando las personas interaccionan con un ser inanimado, como un personaje de un juego de ordenador. Para Schjødt, estas áreas cerebrales no se activan porque no se espera reciprocidad ni se considera necesario pensar sobre las intenciones del personaje digital. Él decía que estos resultados muestran que las personas creyentes piensan que están hablando con alguien real cuando rezan.
Al final, como dice Robin Dunbar, de la Universidad de Oxford, el estudio no prueba ni la existencia ni la inexistencia de Dios sino que nuestra actividad cerebral es diferente según nuestras creencias.
Autismo y fe
Las personas con un trastorno del espectro del autismo tienen un déficit en la teoría de la mente. Les cuesta entender las intenciones y pensamientos de otras personas, ponerse en su lugar y anticipar sus expectativas, algo que es automático y natural para el resto. Entonces, si la mentalización apoya la representación personal de agentes sobrenaturales, ¿serán distintas las creencias de las personas con autismo? ¿El don de la fe será menos frecuente?
Ara Norenzayan y sus colegas de la Universidad de la Columbia Británica en Vancouver (Canadá) han estudiado la relación entre mentalización y creencias religiosas. Su planteamiento es que, si pensar en un dios personal implica habilidades de mentalización, los déficits en mentalización harán que creer en Dios sea menos intuitivo y, por lo tanto, su existencia menos verosímil.
Cuatro estudios diferentes demostraron que creer en Dios iba unido a puntajes muy altos en mentalización. Por el contrario, los adultos diagnosticados con un trastorno del espectro autista es más común que se definan como ateos, y menos frecuente que pertenezcan a una religión organizada. En un estudio con adolescentes, donde se les preguntó sobre sus creencias, aquellos que tenían autismo tenían una probabilidad un 90 % menor que la de sus compañeros sin autismo en expresar una fuerte creencia en Dios. Por tanto, si la fe es un don, debe serlo también la mentalización.
Estudiantes del XII Curso de Arqueología que ha tenido lugar en el yacimiento de Regina Turdulorum, en Casas de Reina (Badajoz), han descubierto un edificio termal que por sus dimensiones es uno de los más grandes hallados nunca en la península Ibérica
En la localidad de Casas de Reina, en la provincia de Badajoz, se encuentran los restos de la ciudad romana de Regina Turdulorum, un municipio citado a menudo por las fuentes antiguas y del que se tiene noticia hasta el año 619, cuando en las Actas del II Concilio Hispalense se hace referencia a la ciudad, que alcanzó su apogeo durante época Flavia, a finales del siglo I d.C. Al final, Regina Turdulorum fue abandonada y cayó en el olvido hasta que los arqueólogos empezaron a excavar en el yacimiento en el año 1978.
Un gran edificio balneario
Los trabajos que se han llevado a cabo durante todo este tiempo en Regina Turdulorum –un yacimiento con una extensión de unas cuarenta hectáreas– han sacado a la luz numerosos restos que han mostrado la importancia que tuvo la ciudad, con un foro donde se alzaban grandes templos, casas, calles porticadas, un mercado de grandes dimensiones (macellum) y un teatro que es el edificio más emblemático de la ciudad, con una capacidad de hasta mil espectadores y que estuvo en funcionamiento hasta el siglo IV. También quedan restos del acueductoque abastecía a la ciudad, rodeada de una potente muralla.Extramuros se encuentran asimismo dos necrópolis en las que se han encontrado numerosos restos funerarios: epitafios, altares, aras, placas de mármol y otros objetos.
Desde hace doce años, en Regina Turdulorum tiene lugar un curso de arqueología, y en el transcurso de las excavaciones llevadas a cabo este año,dirigidas por Juan José Chamizo, los estudiantes han hecho un importante descubrimiento: un edificio termal de carácter público de grandes proporciones.Las termas se sitúan en la calle principal de la ciudad y ocupan una manzana entera, con una extensión de tres mil metros cuadrados, lo que las convierte en una de las construcciones de estas características mas grandes descubiertas hasta la fecha en España
En las termas, hasta ahora se han exhumado dos piscinas, una de ellas de agua caliente y una natatio, una piscina de gran tamaño que podía ser tanto de agua templada como de agua fría. También se han excavado dos estancias que estuvieron decoradas con estucos y con pavimentos recubiertos de mármol(opus sectile), además de restos del hipocausto –el sistema para calentar el suelo de las salas de la zona caliente (calidarium)–. Asimismo se han hallado los sótanos donde se calentaba el agua que abastecía a las termas. El edificio, del que se ha excavado una cuarta parte, contaba además con dos áreas simétricas para separar por sexos: una zona para mujeres y otra para hombres.
En las termas de Regina Turdulorum se han descubierto dos piscinas, dos estancias decoradas con estucos, restos del hipocausto y los sótanos donde se calentaba el agua que abastecía al edificio
Yacimiento con futuro
El futuro del yacimiento de Regina Turdulorum es una de las prioridades del ayuntamiento de Casas de Reina, que tiene la intención de promocionarlo a nivel turístico, para lo cual están previstas diversas actuaciones como la restauración del teatro y la definición del foro. Asimismo el yacimiento cuenta con un centro de interpretación, inaugurado en 2013, donde el visitante puede conocer no sólo la importancia del lugar a través de paneles explicativos y maquetas, sino también la riqueza turística que atesora esta zona del sur de Extremadura, además de contemplar in situ uno de los hallazgos más importantes realizados aquí: una estatua de mármol de la diosa Juno, conocida como la Dama de Regina,descubierta en 2010.
No hace milagros, no se sabe si es santo o santa y no tiene ni iglesia que lo acoja. Pero el Aparecido merece una fiesta maravillosa y guasona a finales de agosto en los Pazos de Borbén
Hoy voy a empezar contándoles algo que ya saben. Rara es la villa, pueblo o incluso aldea minúscula de España que no tenga en sus inmediaciones una iglesia o ermita con una figura de devoción local. Siglos de tradición católica en España han salpicado toda nuestra geografía con un ejército de santos y vírgenes en número suficiente como para tomar los cielos al asalto, si nos pusiéramos a ello. Y eso por no hablar de la cantidad de reliquias -reales o falsas- repartidas con generosidad en esos mismos templos, que lo de la necrofilia religiosa viene de viejo. Solo en la Península Ibérica hay trozos de la Vera Cruz suficientes para construir una cabaña de madera y fémures de santo, cuerpos incorruptos de santas y cosas aún más peregrinas (existe incluso algo llamado el Santo Prepucio, que tiene que ser digno de admiración) como para llenar un museo de curiosidades. Pero lo que no es tan común es que en un pueblo celebren una romería en honor a un santo del que no saben absolutamente nada. Y es que por no saber, ni siquiera están seguros de si es un santo o una santa. Y por encima, lo mantienen en lo alto de una montaña, encerrado en una jaula. Por si acaso. Así que hoy nos vamos a Pazos de Borbén, en Pontevedra.
A finales de agosto se celebra una romería en lo alto del monte da Berra, cerca del pueblo de Pazos de Borbén. El río Borbén forma un gran valle que se esconde entre A Serra do Galleiro y los montes de Festín y cuando se llega a la cima del monte da Berra uno se encuentra un paisaje de belleza sobrecogedora. Justo en la cumbre del monte, y cerca de un precipicio se levanta una cruz sin nada en particular, excepto una jaula de acero encastrada a media altura de su fuste. Y dentro de esta jaula, está una vieja talla de piedra, con los rasgos ya borrados por el tiempo. Es difícil precisar si se trata de un hombre o una mujer y sobre los hombros tiene algo que podría ser parte de un traje o incluso las alas de un ángel, si se le mira desde el ángulo adecuado.
La historia del santo misterioso se puede resumir muy rápido: Hace mucho tiempo, en una excavación, apareció la misteriosa figura. Esta es una constante en la aparición de figuras milagrosas desde la Edad Media, sobre todo las de advocación mariana, que solían ser figuras de la Virgen que algún pastorcillo encontraba al lado de una fuente o en un lugar sagrado. Pero en este caso, la figura es tan andrógina y con pocos rasgos que costaba encontrarle una identidad. Es, si me permiten la pequeña irreverencia, un "sin papeles" dentro del santoral.
En vez de enviarla a un museo, los vecinos de la zona decidieron que sería una idea estupenda celebrar una romería que mezclase lo religioso con lo pagano -al fin y al cabo, no es un santo reconocido por la iglesia- y por lo tanto, desde hace mucho tiempo, reúnen a cientos de personas en lo alto de la montaña para honrar al "Santo Aparecido". Así, sin más complicaciones ¿Para qué molestarse en buscar un nombre, crear una leyenda sobre su milagrosa aparición o dotarle de un trasfondo? Lo único seguro es que tenían una imagen... y el resto ya iría sobre la marcha.
El problema es que, al no ser un santo reconocido, no había una sola iglesia que aceptase colocarlo dentro de alguno de sus templos, por lo que la única alternativa era dejarlo en la cima de la montaña en la que había aparecido. Eso a su vez suponía otro desafío, porque el alto del Monte da Berra es un sitio idílico en verano, pero es también un lugar inhóspito y poco visitado en los duros meses de invierno. La tentación de robar la figura podría ser irresistible para algún amigo de lo ajeno o, peor aún, se podría convertir en el objetivo de algún grupo de vándalos. Así que, ya metidos en harina, los vecinos decidieron que enjaular al santo, para su propia seguridad, sería la mejor opción. Ya, total, que más daba.
Y en estas estamos. Si pasan por Pazos de Borbén la última semana de agosto, no se pierdan la oportunidad de disfrutar de la hospitalidad de su gente y suban hasta lo alto del monte da Berra para contemplar al santo prisionero del que no se sabe nada más. Quizá ustedes saquen sus propias conclusiones. O no. Pero lo que es seguro es que no bajaran de esa montaña sin haber comido estupendamente y haber disfrutado de un buen rato de música y diversión. Porque quizá el Santo Aparecido no haga milagros, pero lo que si garantiza es una fiesta llena de buen ambiente. Que, si lo piensan bien, tampoco es poca cosa.
La meva ànima canta al Senyor el meu esperit celebra Déu, Salvador perquè ha mirat la petitesa de la seva serventa. EL SEU NOM ÉS SANT I L’AMOR QUE TÉ S’ESTÉN DE GENERACIÓ EN GENERACIÓ DE GENERACIÓ EN GENERACIÓ. Les obres del seu braç són potents i grans. Dispersa els homes de cor altiu. Derroca els poderosos i exalça als humils omple de béns els pobres. Al seu servent ha protegit el Senyor com ho havia promès als nostres pares fa temps i s’ha recordat del seu amor a Abraham per sempre. (Kairoi)