reyes de risa, dioses de miseria.
Sucio tambor redobla
entre las manos de la madre encinta,
mientras la adolescente se acompasa
-flor ajada, el colorete-
al metálico son que le hace el padre
con la trompeta
que gime, aguda, la inutilidad
de unas vidas, contentas
con el puro presente y su pitanza.
Mañana, nuevamente,
del despertado polvo del camino,
pueblos cerrados, ciegos corazones,
y el siempre ser mendigos de los otros.
Pero para ellos,
ellos, los parias, los que no comprenden
-porque la vida los mantuvo exentos-
dioses sin sombra son, reyes de veras,
ante los ojos de los que les tiran
caridad en moneda, envidia en palmas.
Un viento extraño agita las acacias.
Dios se retrae.
Suave, gira el mundo....
Mariano Roldán
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