miércoles, 31 de marzo de 2021

presentados los 60 bloques del templo de ptolomeo i en sharuna

 Vista general del área de excavación con algunos de los bloques del templo de Ptolomeo I.

Vista general del área de excavación con algunos de los bloques del templo de Ptolomeo I. Foto: MEB

el pasado 25 de marzo, el Museo Egipcio de Barcelonapresentó a los medios de comunicación en su sede un descubrimiento sensacional realizado en 2018: sesenta bloques de piedra caliza que formaron parte de un templo erigido por Ptolomeo I, el fundador de la dinastía ptolemaica, que gobernó en Egipto entre los años 304 y 284 a.C. El hallazgo ha tenido lugar en en el yacimiento de Kom el-Akhmin Sharuna (en Minya, en el Egipto Medio), la antigua ciudad egipcia de Hut-Nesut, donde la misión lleva excavando desde 2006.

Detalle de los cartuchos con los nombres de Ptolomeo I en uno de los bloques.

Detalle de los cartuchos con los nombres de Ptolomeo I en uno de los bloques.

Foto: MEB

Desde ese año, el Museo Egipcio de Barcelona forma parte, junto con la Universidad de Tubinga y el Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, del Proyecto Arqueológico Sharuna. Además de asumir la financiación, el equipo científico del museo se ha ocupado de excavar la necrópolis principal del yacimiento; a lo largo de diez campañas se han documentado varios sectores de esta necrópolis donde se han localizado tumbas del Reino Antiguo (2543-2120 a.C.) y del Período Ptolemaico (323-30 a.C.), así como algunas galerías subterráneas en las que se han encontrado más de medio millar de halcones e ibis momificados.

Detalle del trabajo de drenaje realizado en el emplazamiento de la iglesia cristiana que contiene los bloques del antiguo templo egipcio.

Detalle del trabajo de drenaje realizado en el emplazamiento de la iglesia cristiana que contiene los bloques del antiguo templo egipcio.

Foto: MEB

SILLARES BELLAMENTE DECORADOS

El espectacular hallazgo tuvo lugar en una zona de cultivos próxima a la necrópolis donde la misión lleva a cabo sus trabajos. Allí, por casualidad, salieron a la luz siete bloques de piedra caliza con inscripciones jeroglíficas. La recuperación de estos bloques no fue fácil. Primero porque el lugar está situado en una zona donde el nivel freático aparece a menos de un metro de la superficie del terreno, por lo que este se hallaba inundado. Fue necesario organizar un sistema de drenaje para poder trabajar en unas condiciones aceptables. El siguiente paso fue documentar in situ, mediante dibujo y fotografía, los bloques y otros restos arqueológicos que luego fueron trasladados a la casa-laboratorio de la misión; una vez allí, se procedió a la limpieza, restauración y almacenamiento de estos materiales. Pero antes de ello se documentó cada bloque individualmente. Para ello se empleó la fotogrametría, una técnica que permite a partir de la fotografía construir modelos tridimensionales muy precisos y de gran realismo. Se han hecho quinientas fotos de cada bloque y en total se han realizado 20.000 fotografías.

Levantamiento de uno de los bloques del templo de Ptolomeo I.

Levantamiento de uno de los bloques del templo de Ptolomeo I.

Foto: MEB

La recuperación de estos bloques no fue fácil. Primero porque el lugar está situado en una zona donde el nivel freático aparece a menos de un metro de la superficie del terreno, por lo que este se hallaba inundado.

Hasta la fecha se han recuperado sesenta bloques de piedra caliza de gran tamaño, con un peso de media tonelada cada uno. Esta ingente labor ha sido el resultado de dos campañas de excavación arqueológica, que han tenido lugar entre los años 2019 y 2020. Pero todos estos bloques recuperados que formaron parte de los muros del templo ptolemaico fueron reutilizados en el siglo VI d. C. para la edificación de una iglesia cristiana, y se usaron para construir los cimientos y algunos elementos del pavimento. Todos ellos formaron parte en origen de las cuatro hileras superiores del templo faraónico, por lo que se puede deducir que el templo se encontraba en buen estado de conservación en el momento de iniciarse su desmantelamiento por parte de quienes construyeron la iglesia.

Trabajos de limpieza restauración y documentación de los bloques recuperados.

Trabajos de limpieza restauración y documentación de los bloques recuperados.

Foto: MEB
Algunos de los bloques del templo almacenados.

Algunos de los bloques del templo almacenados.

Foto: MEB

Los bloques muestran elementos arquitectónicos como cornisas o toros (molduras convexas) y frisos decorativos formados por la sucesión de la cabeza de la diosa Hathor y los dos cartuchos que contienen el nombre del faraón Ptolomeo I. Pero lo más importante es, sin duda, una inscripción jeroglífica que aporta valiosa información sobre la fundación del templo, su nombre y los dioses a los que estuvo dedicado. Se trata, en definitiva, de un conjunto de materiales cuyo estudio permitirá plantear una reconstrucción hipotética del santuario desaparecido.

UNA MISIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA Y UNA EXPOSICIÓN

A pesar del entusiasmo por el descubrimiento, los arqueólogos tuvieron que dejar la tarea de excavación y recuperación de los bloques a medio terminar puesto que la campaña de 2019 acabó en el mes de diciembre. El equipo volvió a Egipto a finales de febrero de 2020 con la intención de continuar su labor a lo largo de un mes más. Pero dos semanas después estalló la pandemia de Covid-19 y el equipo se encontró ante una disyuntiva: regresar a España o quedarse en Egipto ante la inminencia del cierre del espacio aéreo egipcio. Al final el equipo optó por quedarse en el país para terminar su trabajo. Pero parecía que los dioses se conjuraban contra ellos: además de la amenaza de la pandemia se sucedieron una serie de lluvias torrenciales (las más intensas en cien años), tormentas de arena e incluso plagas de serpientes (todas ellas letales), aunque nada quebró la voluntad de trabajo del equipo. Al final, con sus objetivos cumplidos, los arqueólogos volvieron a Barcelona a mediados de mayo.

Relieve con la representación de la diosa Hathor en uno de los bloques recuperados.

Relieve con la representación de la diosa Hathor en uno de los bloques recuperados.

Foto: MEB

Además de la amenaza de la pandemia se sucedieron una serie de lluvias torrenciales (las más intensas en cien años), tormentas de arena e incluso plagas de serpientes (todas ellas letales).

Con todo, el proyecto de estudio del templo de Ptolomeo I en Sharuna no ha hecho más que empezar. La Fundación Arqueológica Clos, a fin de dar a conocer tanto el proyecto (antecedentes y planteamiento) como los primeros resultados de los trabajos, tiene previsto organizar una exposición temporal que se llevará a cabo, posiblemente en verano, en la sede del Museo Egipcio de Barcelona. Para ello se dispondrá de réplicas a escala real de muchos de los bloques decorados descubiertos en las excavaciones. Estas réplicas, que son copias exactas de los bloques originales, se han realizado a partir de sofisticadas técnicas de tratamiento de imágenes e impresiones en 3D que permitirán al público hacerse una idea más aproximada de la importancia de este magnífico descubrimiento y conocer un poco más al faraón que lo ha hecho posible.

Por qué no se come carne en Semana Santa: origen y significado de esta tradición católica

 Un año más se acerca la Semana Santa, y con ella no solo vienen días festivos para estudiantes y trabajadores, sino también toda una serie de tradiciones y elementos típicos, religiosos o no, que tienen lugar en estas fechas.

Desde las vacaciones y los encuentros con familiares y allegados, pasando por viajes —aunque no este año, debido a las restricciones que impiden viajar en Semana Santa de 2021—, hasta postres típicos como los buñuelos de viento y las torrijas.

Esta época del año también supone para muchas personas un periodo religioso lleno de eventos que conmemorar y costumbres a seguir. Una de ellas es la tradición de no comer carne en Semana Santa, concretamente durante el periodo conocido como Cuaresma.

¿Qué es la Cuaresma?

La Cuaresma es un periodo de 40 días, previo a la Pascua, de gran importancia y simbolismo para la Iglesia y las personas católicas. 

Comienza el Miércoles de Ceniza y termina el Jueves Santo, y supone un periodo de penitencia y purificación.

Es "un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad", así como para conmemorar "el gran Misterio de la muerte y resurrección de Jesús", en palabras del Papa Francisco.

¿Por qué no se puede comer carne en Semana Santa?

La Cuaresma, además, se caracteriza por la tradición de no comer carne para las personas cristianas, así como la del ayuno. 

Pero, ¿por qué no se come carne durante la Cuaresma? Por un lado, se considera que la carne en general y la roja en particular, representa el cuerpo crucificado de Jesucristo, por lo que para la Iglesia Católica no se puede comer carne en Cuaresma como señal de respeto.

Por otro, la carne roja era un producto de lujo asociado a celebraciones y banquetes, lo que entra en contradicción con la Cuaresma: un periodo de austeridad y conmemoración de la muerte de Jesús.

Para comprender el origen de la duración de 40 días hay que acudir a varios momentos simbólicos para la biblia, como los 40 días que pasó Jesús en el desierto. Es el mismo periodo de tiempo que duró el diluvio y que estuvo Moisés en el monte, mientras que también fueron 40 los años de marcha del pueblo israelita por el desierto.

Según el Código de Derecho Canónigo, "todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne, o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal" mientras que "ayuno y abstinencia se guardarán el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo".

Se entiende por ayuno realizar una sola comida al día, si bien no existe esa obligación a partir de los 59 años o si se padece alguna enfermedad o se está embarazada o en periodo de lactancia, según las indicaciones del Concilio Vaticano II de 1966.

Con el altruismo ganamos todos: un balance filosófico de la pandemia

 Hace un año algunos pensábamos que una pandemia global podía contribuir a replantearnos las reglas del juego y propiciar nuevos modelos de contrato social. El confinamiento domiciliario nos daba ocasión de revisar nuestras preferencias y reparar en lo primordial. Pudimos redescubrir que la vida es algo sencillamente insustituible, al ser la condición de posibilidad para todo lo demás. Por eso las personas no tienen precio y poseen dignidad, para decirlo en términos kantianos. Ninguna cosa, por valiosa que sea en términos relativos, puede quedar por encima de un integrante del género humano.

La bajamar puede hacernos descubrir perspectivas inéditas, como lo hacen las crisis y sus oportunidades (RRA)

Como cualquier otra crisis, la pandemia conocida en 2020 puede ser un vivero de oportunidades y podemos extraer muchas lecciones positivas, aunque nos lleve algún tiempo tomar buena nota de sus enseñanzas, porque las inercias tienden a mantener los viejos esquemas y cuesta renovarlos.

A la hora de hacer inventario, cabría reparar en los desaciertos y las decisiones que fueron manifiestamente mejorables. Pero puede ser mucho más útil y alentador fijarnos en la pizarra donde figuran los corolarios positivos. Falta nos hace, para combatir a los nuevos jinetes del Apocalipsis que van sumándose al cortejo tradicional y que ya campaban a sus anchas antes de Covid-19. Aunque tienen muchos nombres, cabria llamarlos Desigualdad e Insolidaridad, al englobarse ahí las reivindicaciones propias del feminismo, la injusticia intergeneracional o los problemas planteados por el cambio climático.

El Estado de bienestar sigue esperando

Tampoco ha mejorado la situación del personal sanitario y eso mismo sucede con los docentes y cuantos trabajan en el ámbito asistencial. El Estado de bienestar sigue aguardando su restauración. Pero con todo hay muchos aspectos positivos. Pues hemos vuelto nuestros ojos hacia la ciencia, la cultura y la educación. Hemos advertido que, sin el acceso a los bienes culturales, peligra nuestra baqueteada salud mental. Necesitamos más que nunca consumir cineliteratura y música para mantener en forma nuestro espíritu. El ayuno cultural nos expone a los mensajes tóxicos de las patrañas y la posverdad, mientras que la filosofía y su espíritu crítico fortalece, junto a la reflexión ética, nuestro sistema inmune cognitivo, capacitándolo para filtrar la desinformación y decantar los datos debidamente contrastadosInvertir en ciencia nos parece por fin algo que resulta incluso rentable, pues no hay mejor activo para un país, porque los avances científicos pueden mejorar nuestra vida cotidiana y ayudarnos a salir con bien de trances que requieren de su concurso. Los expertos no pueden ofrecer soluciones mágicas e instantáneas, pero por eso mismo son más de fiar. No necesitamos aprendices de brujo, sino gente seria que cuente con los recursos adecuados para llevar a cabo su labor y no se vea desacreditada por los demagogos de turno.

El encuadre de la ética es fundamental.

Estas consideraciones valen igualmente para una cuestión tan fundamental como la educación. Las reflexiones éticas deben impregnar el sistema educativo para contar con ciudadanos responsables que convivan pacíficamente sin mirar a nadie por encima del hombro, como hacen quienes padecen algún complejo de inferioridad. La pandemia nos ha recordado que somos frágiles por separado y que nos necesitamos unos a otros, como testimonia muy claramente nuestra infancia y nuestra vejez.

Por fortuna somos interdependientes y, lejos de ser este un punto flaco, quizá sea nuestra mayor fortaleza, como también lo es aprender a convivir con la incertidumbre. Si algo ha realzado la pandemia, es que con el altruismo ganamos todos a medio y largo plazo. Contra lo que sobrevuela sobre nuestro imaginario colectivo, nuestra evolución como especie no se cifra en la ley del más fuerte, como quiere hacernos pensar la mentalidad ultra-neoliberal

¿Cuál es la clave de nuestro éxito?

Justamente la clave de nuestro éxito evolutivo es el altruismo, como subraya con toda lucidez Emilio Muñoz, compañero del IFS-CSIC, miembro del proyecto BIFISO y colaborador de nuestro Diccionario filosófico Covid-19. Esa cooperación que nos hace más fuertes al agruparnos y nos permite afrontar todo tipo de amenazas por descomunales que puedan ser con respecto a nuestro ínfimo tamaño individual. El mirar por los otros al tiempo que uno se ocupa de sí mismo nos hace más humanos y al parecer favorece nuestra conquista de la felicidad personal.

Tender a erradicar la miseria o vacunar a todos los habitantes del planeta cuanto antes no es algo filantrópico ni caritativo. Es lo que nos proporciona mejores resultados en el orden social y sanitario. ¿De que sirve alcanzar cierto bienestar material, si te ves rodeado de una enorme desazón ante la precariedad circundante? ¿Sirve de algo vacunar unas regiones dejando que el virus campe por otras, dando lugar a nuevas mutaciones con tales reservorios? ¿Es apropiado dejar esa compleja logística en manos de la lógica del mercado? ¿No resultaría más eficaz enfocarlo desde una óptica menos cortoplacista?

Nuestro altruismo nos ha hecho sobrevivir como especie y deberíamos preservar un principio que tanto ha hecho por nosotros. Quizá esto demande modificar algunas de nuestras costumbres actuales y destronar esa mentalidad hegemónica que predica lo contrario. Pero merecería la pena tomar nota de todo cuanto esta pandemia ha enfatizado sin dejarnos abducir por unas inercias que nos hacían olvidar cuestiones absolutamente primordiales.

Para robustecer nuestro altruismo necesitamos grandes dosis de cultura y educación. La idolatría de un éxito a cualquier precio, sin reparar en los daños directos o colaterales, debería dar paso a la moral del esfuerzo y al cultivo de un altruismo que nos hace ganar a todos desde siempre. Su solvencia está bien acreditada.

Primera máquina de multiplicar (Leibniz, 1690). El altruismo multiplica nuestro potencial colectivo en vez de dividirlo.

En cualquier caso, según escribió Leibniz en su Meditación sobre la noción común de justicia, el único modo de poder juzgar lo que sea o no justo es adoptar la perspectiva del otro (la place d'autrui). Tal como dice Kant en el parágrafo 40 de su Crítica del discernimiento, conviene “pensar poniéndonos en el lugar de cualquier otro”. Al conjugar el altruismo nos encontramos con los otros junto a nosotros mismos y eso nos hace mucho más fuertes que caminar en solitario sin reparar en los demás, multiplicando así mutuamente nuestras fuerzas y potencialidades. En el juego del altruismo no hay perdedores y todos ganamos. No cabe mejor apuesta.

La expulsión de los judíos el 31 de marzo de 1492: una fecha histórica olvidada

 El 31 de marzo de 1492 los Reyes Católicos firmaron en Granada la expulsión de los judíos. Según el texto de los edictos –hubo varias versiones y múltiples copias–, el pueblo judío tenía hasta finales del mes de julio de ese mismo año para abandonar los territorios de las coronas de Castilla y de Aragón.

“Por ende Nos, con consejo y parecer de algunos prelados y grandes y cavalleros de nuestros reynos y de otras personas de sciencia y consciencia de nuestro Consejo, haviendo havido sobrello mucha deliberacion, acordamos de mandar salir todos los dichos judios y judias de nuestros reynos, y que jamas tornen ni vuelvan a ellos nin a alguno dellos; e sobrello mandamos dar esta nuestra carta, por la qual mandamos a todos los judios y judias de qualquier edat que sean (…) que fasta en fin del mes de julio primero que viene (…) salgan todos de los dichos nuestros reynos y señorios”.

Copia sellada del Edicto de Granada promulgado en la Alhambra el 31 de marzo de 1492 por Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, según el cual se expulsaba a los judíos de la Corona de Castilla y de la Corona de Aragón. Wikimedia Commons

Los Reyes Católicos, buscando la unidad religiosa de sus dominios, seguían la estela de otras potencias europeas que también habían expulsado a los judíos con anterioridad, como era el caso de Inglaterra en 1209 o Francia en 1306.

El antijudaísmo en la península ibérica

Pero el movimiento antijudío no era nuevo en la Península. En junio de 1391, el arcediano de Écija, Ferrán Martínez, había promovido el asalto a la judería de Sevilla. En los meses siguientes, la misma suerte corrieron otras comunidades judías, como las de Córdoba, Jaén, Valencia, Toledo o Barcelona. Miles de judíos tuvieron que elegir entre la conversión o la muerte.

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Estas conversiones suscitaron durante todo el siglo XV un gran recelo por el ascenso social de los nuevos cristianos. Muchos de ellos fueron acusados de judaizar en secreto y de ahí surge la instauración de la Inquisición en 1478. Aun así, los Reyes Católicos estimaban que la presencia judía era una mala influencia para los conversos, por eso decretaron la expulsión.

La diáspora sefardí

En torno a cien mil judíos se dispersaron por el norte de África, los Países Bajos, Italia y, en especial, el Imperio otomano. Allí fueron muy bien recibidos por el sultán Bayaceto II, cuyo imperio estaba en plena expansión. La población judía –ducha en el comercio, la incipiente industria, la artesanía, las ciencias, la medicina, etc.– supuso un revulsivo para la consolidación del Imperio otomano. Se cuenta que el propio Bayaceto II se burlabade la falta de ingenio de Fernando el Católico, que había empobrecido su reino al expulsar a un grupo social de tanto provecho. 

El destacado papel de los sefardíes en el Imperio otomano quedó reflejado en la Historia Pontificial y Catholica, de Gonzalo de Illescas:

“Lleuaron de aca nuestra lengua, y toda via la guardan, y vsan della de buena gana, y es cierto que en las ciudades de Salonique, Constantinopla, Alexandria, y en el Cayro, y en otras ciudades de contratación, y en Venecia, no compran, ni venden, ni negocian, en otra lengua sino en Español. Y yo conosci en Venecia Iudios de Salonique hartos, que hablauan Castellano, con ser bien moços, tambien y mejor que yo”.

Según esta crónica, a comienzos del siglo XVII el español servía como lengua franca del comercio mediterráneo. Por paradojas de la historia, 1492 se recuerda como el año del “descubrimiento” de América, pero cayó en el olvido colectivo que también fue el año de la expulsión de los judíos. Al mismo tiempo que la lengua española viajaba a Occidente en las carabelas de Colón, también hubo un viaje clandestino menos conocido en nuestra historia: los judíos llevaron nuestra lengua a Oriente y la continuaron empleando y transmitiendo en las florecientes comunidades sefardíes del Imperio otomano.

Migraciones y asentamientos de las comunidades judías españolas. En rojo durante los siglos XV y XVI, y en negro durante los siglos XVII y XVIII. "Yiddish and Judeo-Spanish, a European Heritage" por Prof. Haïm-Vidal Sephiha, Université Paris Sorbonne Nouvelle.

La expulsión olvidada

Salvo casos aislados, como Illescas, durante varios siglos apenas hubo referencias a la expulsión de los judíos. En 1860, con la toma de Tetuán por parte del general O’Donnell, se dio un primer contacto con las juderías marroquíes. Pero habrá que esperar hasta comienzos del siglo XX para que la opinión pública española conociera la existencia de las comunidades sefardíes de Oriente.

El senador Ángel Pulido Fernández, por azar, entró en contacto con los sefardíes en uno de sus viajes. A partir de ahí, comenzó una campaña filosefardí en la prensa nacional. Se ponía el foco de atención en esos “españoles sin patria” que habían sido injustamente desterrados. Pero esta campaña no llegó a tener el respaldo social deseado y se quedó en buenas intenciones por parte de unos pocos idealistas.

La nacionalidad española para los sefardíes

La restitución de la deuda histórica con el pueblo judío es reciente. Con la promulgación de la “Ley 12/2015, de 24 de junio, en materia de concesión de la nacionalidad española a los sefardíes originarios de España”, los judíos descendientes de los expulsados en 1492 tienen la posibilidad de que se les reconozca su origen español. Pero los trámites son complicados y costosos, de ahí que no sea fácil obtener la nacionalidad. La ley tiene más valor simbólico que práctico.

A pesar de todo, la expulsión de los judíos sigue siendo un episodio poco conocido en la historia de España. El 31 de marzo debe ser un día de recuerdo en el que conmemorar la expulsión de una parte importante de la población española. Así, con la restitución de la memoria, podremos sumarnos a las palabras pronunciadas por el rey Felipe VI: “¡Cuánto os hemos echado de menos!”.

La tecnología dirige nuestra vida: nuevos principios éticos para recuperar el control

 La sociedad del siglo XXI no se puede entender sin el mundo digital. Casi todas nuestras actividades dependen de la tecnología, y cuando proyectamos el futuro a menudo lo hacemos en clave tecnológica. 

Pero, aunque la tecnología nos aporta muchos beneficios que podemos apreciar, también plantea importantes retos y dilemas éticos: desigualdad, insostenibilidad, pérdida de la privacidad, vigilancia masiva, adicciones, etc. 

Estos riesgos se relacionan especialmente con las tecnologías emergentes que apuntan a una revolución en los próximos años: la inteligencia artificial, la robótica, la realidad aumentada-virtual-mixta, la internet de las cosas, etc. En esta situación, necesitamos referentes que nos permitan construir entre todos una sociedad más armónica y equilibrar los excesos que acarrea el mundo digital.

Una nueva ética ciudadana

Aunque algunos de los problemas éticos tendrán que ser abordados por los expertos en tecnología, los juristas y los políticos, necesitamos además una renovada ética ciudadana. Todos usamos estas herramientas digitales a diario directa o indirectamente y los nuevos escenarios que plantean requieren una nueva consciencia y unos nuevos referentes. Por supuesto, los principios generales de la ética siguen siendo vigentes, pero las nuevas circunstancias nos piden una adaptación, un cambio en los énfasis. 

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A menudo vemos la ética como la lista de cosas que no debemos hacer, pero en realidad trata sobre los principios que nos orientan hacia lo que queremos promover. A continuación se exponen 3 ideas clave que pueden iluminar nuestro camino en los retos que tenemos entre manos.

1. Atención a los excesos

La tecnología nos hace tender al exceso: exceso de información, exceso de actividad, exceso de velocidad… Debemos comprender que esto es algo que la tecnología implica en sí misma, como resultado de los procesos físicos en los que se basa (por ejemplo las ondas electromagnéticas), que transcurren a unos ritmos muy distintos de los de nuestra biología o nuestra interioridad. Por definición, la tecnología está orientada al hacer y, por tanto, una sociedad hipertecnológica será fácilmente una sociedad hiperactiva. 

No es extraño que algunos estudios muestren que un uso intensivo de dispositivos electrónicos conlleva una disminución de la capacidad de atención focalizada, o que quizás esto sea un factor explicativo del dramático aumento en el diagnóstico de TDAH en los Estados Unidos

Tampoco es extraño que otros estudios muestren una escalada sin precedentes del estrés laboral, ni que las plataformas de redes sociales traten de incitarnos a usarlas de forma excesivamediante tecnologías que combinan la inteligencia artificial, los conocimientos de neurociencia y las técnicas de psicología conductual. La sabia sentencia del Oráculo de Delfos, “nada en exceso”, se revela de rabiosa actualidad.

En este escenario, quedan en la sombra la capacidad de contemplación, de descanso y relajación, el pensar pausadamente y ponderar las cosas, tanto en soledad como en diálogo con otros. Tendremos que cultivar estos aspectos humanos intencionadamente, porque la tecnología no los promoverá, sino más bien lo contrario. A este respecto, las técnicas de atención plena, de meditación y de relajación son un gran recurso, no solo para adultos sino también para niños y adolescentes.

2. Busquemos acuerdos sociales

La tecnología es un fenómeno colectivo, es decir, es algo que hacemos como grupo, no como individuos aislados. Por tanto, de poco sirve tratar de hacer grandes esfuerzos individuales si el grupo social al que uno pertenece no cambia. 

En este sentido, es esencial generar debate público sobre el uso adecuado de la tecnología con el propósito de promover acuerdos sociales. Y a un nivel más particular, debemos involucrar a familiares, amigos, colegas, asociaciones escolares de madres y padres, etc. para crear una cultura del respeto que incluya lo tecnológico y nos permita superar la cultura de la polarización y la inmediatez.

3. Cuidado con las formas de poder invisible

La tecnología crea nuevas formas de poder no institucionalizado y sistémico. Esto significa que muchos de nosotros, sin darnos cuenta y sin quererlo, acabamos siendo cooperadores necesarios de actos terribles, como la explotación infantil o la deforestación masiva. 

Nuestras acciones tienen muchos efectos en lugares muy distantes y sobre personas con las que no tenemos ningún trato. Esto hace que la ética ciudadana deba incluir necesariamente una ética como consumidores y como usuarios. Hoy en día existen muchas opciones para un consumo consciente y responsable y más que nunca esto tiene fuertes implicaciones.

Además, con nuestras decisiones como usuarios apoyamos sin darnos cuenta formas de poder que se vuelven en nuestra contra. Un ejemplo es el llamado capitalismo de vigilancia, el mercadeo masivo de datos que nos deja en una situación de desprotección frente a los poderes económicos. 

El sentido común indica que el nivel de vigilancia debería ser proporcional al nivel de poder: cuanto más poder tiene alguien, peores males puede causar. Pero en la práctica suele darse lo contrario, porque al poder no le gusta ser vigilado (véase por ejemplo el sistema chino de crédito social). 

La distribución del poder y la vigilancia tecnológica del mismo debería ser una prioridad, y las herramientas digitales puede ser nuestras aliadas en este difícil reto. Pero para ello la ciudadanía debe presionar a la clase política. En la Unión Europea hemos sido pioneros con las regulaciones sobre privacidad, ahora también tendremos que serlo respecto a las formas de poder tecnológico y asegurarnos de que contribuyan adecuadamente a garantizar los servicios sociales y prevenir su injerencia en la política.

Si bien se podrían dar muchas más ideas, estas 3 claves (prevención de excesos, promoción de acuerdos sociales, vigilancia al poder) apuntan a un ethos adaptado a la sociedad tecnológica del siglo XXI y sus retos. Depende no solo de cada uno, sino de todos nosotros.