Eva ya había mordido la fruta cuando miró a Adán y se la ofreció sin decir palabra. Él la aceptó y también comió. En ese instante, algo cambió. Se dieron cuenta de que estaban desnudos y buscaron hojas para cubrirse. Así empieza la condena que, según el relato bíblico, marcaría a toda la humanidad.
La confusión surgió de un malentendido con las lenguas europeas
Pero la imagen que se ha extendido durante siglos, con Eva sujetando una manzana antes de la caída, no aparece en el texto original del Génesis. Ni en la versión hebrea ni en la griega se menciona ese fruto en concreto. Lo que se describe, de forma deliberadamente genérica, es simplemente un “fruto” del “árbol del conocimiento del bien y del mal”.
La palabra utilizada en hebreo es peri, que se traduce como fruta en un sentido amplio y totalmente genérico. Así lo recogen las ediciones académicas del Tanaj, donde el vocablo designa cualquier fruta, sin especificar especie ni forma. Ese vacío ha generado siglos de debate entre intérpretes judíos y cristianos, que han propuesto alternativas como el higo, el dátil, el granado o incluso el trigo.
La manzana, en cambio, tarda mucho más en aparecer como candidata. Su asociación con el relato bíblico no se consolida hasta siglos después y no tiene raíces en el texto original, sino en cambios lingüísticos y contextos culturales ajenos al relato fundacional.
La confusión, según ha planteado parte de la investigación académica más reciente, no surge de una mala lectura teológica, sino de una evolución lingüística en Europa occidental. Así lo explica el profesor de Estudios Judíos y Filología Clásica de la Universidad Rutgers, Azzan Yadin-Israel, que en 2023 publicó un análisis sobre cómo esa identificación con la manzana se impuso en el imaginario colectivo.
Tras estudiar decenas de comentarios medievales en latín sobre el Génesis, Yadin-Israel señala que “ninguno juega con la coincidencia entre la palabra latina malum (mal) y malum (manzana)”. Es decir, la idea de que la asociación entre el pecado y la fruta surge por un juego de palabras entre maldad y manzana no se sostiene en los textos latinos originales.
El arte jugó un papel decisivo en la difusión de esta idea
En su investigación, Yadin-Israel también rastrea cuándo aparece por primera vez la manzana como fruto representado en el arte. Tras analizar distintas ilustraciones, concluye que la primera representación visual de la fruta en una escena del Edén aparece en Francia en el siglo XII. A partir de ahí, la idea se extiende a otros países europeos y se asienta como parte de la tradición iconográfica cristiana.
El cambio, según detalla en su blog publicado por Rutgers, tiene más que ver con el idioma que con la interpretación religiosa. En el latín vulgar se utilizaba la palabra pomum para hablar de cualquier fruta de árbol. Al pasar esa palabra al francés antiguo como pomme, el término fue adquiriendo progresivamente el significado específico de manzana.
Ese desplazamiento semántico provocó que quienes leían la versión francesa del Génesis entendieran que Adán y Eva comieron una pomme, es decir, una manzana. El profesor apunta que “una vez que ese cambio de significado se asentó, los lectores del texto en francés interpretaron literalmente que Adán y Eva comieron una manzana, porque eso es lo que entendían al leer la palabra pomme”.
En cambio, en España e Italia la identificación con la manzana tardó mucho más en aparecer, ya que el término manzana en castellano o melaen italiano siempre se refirió exclusivamente a esa fruta, sin arrastrar ambigüedades previas.
Yadin-Israel también destaca que en otras regiones, como en unapintura portuguesa del siglo XV, llegó incluso a aparecer un mangocomo fruto prohibido, probablemente por la influencia de los intercambios comerciales con la India.
Hasta entonces, y aún en textos del siglo XIV, los comentaristas religiosos seguían hablando de higos o uvas como candidatos al fruto prohibido. Según indica Yadin-Israel, la identificación con la manzana no fue generalizada hasta bastante después.
A pesar de que las fuentes religiosas más respetadas no respaldan esa versión, la manzana ha seguido ocupando un lugar central en el relato popular. No por razones botánicas ni por descripciones sagradas, sino por una cadena de malentendidos lingüísticos y reinterpretaciones artísticas.
El resultado es que, siglos después, millones de personas continúan creyendo que fue una manzana la que cambió el rumbo de la humanidad según el Génesis. Aunque todo indica que ese fruto jamás estuvo allí.
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