Un equipo del Departamento de Cultura y Turismo de Abu Dabi ha descubierto una cruz cristiana de estuco con más de 1.400 años de antigüedad en la isla de Sir Bani Yas, situada en aguas del Golfo Pérsico. La pieza apareció en el patio trasero de una vivienda adyacente a las ruinas de una iglesia y un monasterio cristiano, sugiriendo que el lugar formaba parte de un enclave monástico activo en tiempos antiguos.
El descubrimiento ofrece una visión única de la presencia cristiana en una región tradicionalmente islámica. La cruz, con 27 centímetros de largo y 17 de ancho, propone la existencia de una comunidad religiosa que albergaba monjes o peregrinos en retiro.
Un testimonio de apertura cultural
El diseño de la cruz presenta una pirámide escalonada que simboliza el Gólgota, acompañada de motivos florales inspirados en tradiciones locales. Los especialistas apuntan a una clara relación con cruces similares halladas en Irak y Kuwait, lo que refuerza su conexión con la Iglesia del Oriente, una rama cristiana que desde el siglo I se expandió por Asia hasta llegar a India y China.
La directora de la excavación, Maria Gajewska, destaca la importancia de este hallazgo como evidencia de una coexistencia cultural dinámica. "La cruz no solo representa una presencia religiosa, sino también una adaptación visual al contexto local", explica, subrayando cómo el cristianismo persistió más allá de la expansión islámica.
El yacimiento de Sir Bani Yas, documentado desde 1992, no solo conserva restos de un monasterio construido con piedra caliza y coral, sino también objetos como cerámica, vidrio y una pequeña botella verde usada en rituales. Desde 2019 está abierto al público, permitiendo a los visitantes descubrir de cerca esta huella única del cristianismo en la península arábiga.
Descubren en Abu Dabi una cruz cristiana de 1.400 años que reescribe la historia religiosa de Oriente MedioDepartamento de Cultura y Turismo de Abu Dabi
Las enseñanzas del gran maestro cobran especial sentido en un mundo acelerado.
Thich Nhat Hanh España
EL SENTIDO DE LA VIDA
“Cada pensamiento que produces, cualquier cosa que dices, cualquier acción que haces, lleva tu firma”, escribía el gran maestro budista vietnamita Thich Nhat Hanh, cuya influencia en el budismo europeo ha sido clave. Todo lo que haces, dices y piensas, es parte de quien eres. Te configura, y de alguna forma, configura el mundo en el que vives.
El maestro también dijo, “con tu sonrisa haces el mundo más bello”, y con la sencillez de estas dos ideas, nace una revolución. La idea de que quizá no puedas cambiar las grandes cosas. No puedes detener la guerra, no puedes frenar el cambio climático, no puedes arreglar el mundo. Pero hoy, en el mismo momento en el que lees estas palabras, sí hay algo que puedes hacer. Y es hacer un poco más feliz a la persona a la que tienes al lado.
¿Serviría de algo hacerlo? Por supuesto. Para empezar, te haría feliz a ti, porque nuestro cerebro está químicamente diseñado para recompensarnos cuando hacemos algo bueno por los demás. Para seguir, harías feliz a esa persona. Estarías viviendo una vida con un sentido, el de dar felicidad, en ese momento presente. Y de eso, al final, es de lo que va la vida. De marcharnos de esta Tierra habiéndola dejado un poquito más bonita de lo que la encontramos. Y para ello, necesitamos hacer el bien a los demás, aportarles un poco de felicidad.
LA MISIÓN
Asumida la misión, llega la siguiente pregunta. De acuerdo, hacer felices a los demás, me hará feliz. Es cierto, solo con propósito podemos dar sentido a nuestras vidas, y la felicidad parece la mejor de las misiones. Pero ¿cómo podemos hacer felices a los demás?
Puede que pienses que tu área de influencia sobre lo que sienten los demás sea limitada, pero no lo es. En absoluto. Estamos conectados, es un hecho. Si alguien entra en una habitación llena de personas llorando a moco tendido, todos, exceptuando a quien carezca de empatía, mirarán con rostro apenado a quien llora. Porque las emociones se contagian, porque estamos conectados a un nivel mucho más profundo del que imaginamos, como revela la neurocientífica Nazareth Castellanos. Somos holobiontes, seres conectados.
El asunto, en realidad, es comprender que, como dice el gran maestro budista, “la buena voluntad no es suficiente, tenemos que aprender el arte de hacer felices a los demás”.
EL ARTE DE HACER FELICES A LOS DEMÁS
Afrontada la voluntad, queda conocer el arte. Y por suerte, la ciencia y la psicología pueden ayudarnos en gran medida a dominarlo. Porque sí, sabemos, sin atisbo de duda, cuáles son los sencillos gestos que pueden ayudarnos a hacer felices a los demás. Y no, no se trata de grandes gestos ni sacrificios, sino de actos tan sutiles que integrarlos en tu vida apenas supondrá un esfuerzo, pero genera grandes recompensas.
Escucha de verdad. Cuando escuchamos sin interrumpir, juzgar o adelantar soluciones, ofrecemos al otro un espacio en el que ser visto y comprendido. La psicología revela que ser escuchado con atención genera bienestar y conexión, un acto de presencia que puede tener un efecto sanador.
Agradecer y reconocer. Mostrar gratitud y reconocer los esfuerzos ajenos genera un círculo de refuerzo emocional positivo. Dar las gracias es, por tanto, un gesto sencillo, y al mismo tiempo, una manera poderosa de hacer felices a los demás.
Ser amable. “Realizar un acto de amabilidad produce el aumento momentáneo de bienestar más fiable de todos los ejercicios que hemos probado”, explica el padre de la psicología positiva Martin Seligman. Sonreír, ceder el paso, ayudar a alguien a cargar las bolsas de la compra, recoger el vaso de la mesa cuando terminas tu consumición en una cafetería. Son gestos sencillos, pero poderosos. Formas sutiles del arte de hacer felices a los demás.
La Mezquita-Catedral de Córdoba nos sigue sorprendiendo. A lo largo de siglos ha sido objeto de importantes transformaciones sin perder su identidad arquitectónica y siempre ha mantenido un uso religioso, primero como mezquita y después como catedral. Está incluida en laLista de Patrimonio Mundial de la UNESCOy sigue acaparando el interés de la propia ciudad, de miles de viajeros y de nuevas investigaciones que tratan de desvelar sus misterios.
En un reciente artículo científico que hemos publicado en la revista EGA se han identificado más de mil sepulturas en un plano anónimo de 1741 conservado en el Archivo de la Catedral de Córdoba. Se ha constatado que un gran cementerio ocupaba entonces sus capillas y naves.
Plano anónimo de la Mezquita-Catedral, 1741.Archivo de la Catedral de Córdoba, CC BY-NC
Por su gran precisión dimensional e interés documental, el de 1741 ha sido considerado el primer plano científico de este monumento. Es uno de los dibujos arquitectónicos más importantes del siglo XVIII en Europa.
Entre sus abundantes y valiosos pormenores destaca un gran rótulo con la palabra “SEPULTURAS”, que subraya su objetivo central. Tras una cuidadosa trascripción gráfica con técnicas digitales, hemos identificado 1 085 sepulturas y 52 criptas, difíciles de percibir a simple vista o en las reproducciones publicadas hasta ahora. La superficie total ocupada por enterramientos sería de unos 2 000 m² de los 13 680 m² útiles del monumento, incluidas las galerías del patio. Las sepulturas ocupaban más de la mitad de la superficie de algunas naves.
Detalle de sepulturas en plano de 1741 de la Mezquita-Catedral de Córdoba.Anónimo [Archivo Catedral de Córdoba], CC BY-NC
Enterramientos variados
Diversos estudios habían analizado los enterramientos en la Mezquita-Catedral hasta el siglo XVI, pero no los del XVIII. Para constatar la veracidad del plano, se han revisado los Libros de Cuentas de Fábrica en el propio Archivo de la Catedral y el Libro de Defunciones de la parroquia del Sagrario. También se han consultado muchos testamentos del Archivo Histórico Provincial de Córdoba.
La Mezquita-Catedral fue un lugar de enterramiento elegido por la nobleza y el clero desde la Edad Media, como símbolo de prestigio social. Esto se convertiría en un importante fundamento de la economía eclesiástica. Debe recordarse que en la Capilla Real fueron enterrados los reyes Fernando IV y Alfonso XI. A partir del siglo XVI, tras concluirse la construcción de la Parroquia del Sagrario en el recinto, se comenzó a enterrar allí personas ligadas a ella, además de personajes ilustres como el escritor Luis de Góngora, entre otros muchos.
Se ha comprobado que en los 20 años previos al plano, entre 1722 y 1741, hubo 1 966 enterramientos en el interior del templo y 623 en el patio, que suman 2 589. Su procedencia era diversa: el clero, la nobleza, la Parroquia del Sagrario y el Hospital de San Sebastián. Todo ello hace verosímil la información dibujada en el documento.
Además, se han obtenido datos sobre distintos tipos de enterramientos, su denominación (“llano”, “una capa”, “dos capas”, “solemne”, “madrugada”…) y su correspondiente coste según la ubicación. Por ejemplo, junto a una pila de agua bendita la limosna era de 50 reales (5 agosto 1710), delante del altar de Nuestra Señora del Sol costaba 240 reales (15 marzo 1710), y en la nave de Villaviciosa (28 febrero 1711) 750 reales. Los lugares más cotizados estaban cerca del crucero, de la Capilla Real y de Villaviciosa.
Las sepulturas de la Parroquia del Sagrario ocuparían las naves de la ampliación de Almanzor, que entonces tenían pavimento de tierra. Muchos testamentos indicaban el deseo de ser sepultado en una cripta común de la Cofradía del Santísimo Sacramento, a la que pertenecían. También se ha constatado que las 143 sepulturas dibujadas en la galería oeste del patio eran compartidas entre numerosos pobres, en gran parte procedentes del Hospital de San Sebastián. Por cada difunto el capellán entregaba una limosna de 2 reales.
La prohibición de enterramientos masivos en templos
Las frecuentes epidemias hicieron que el estado de salubridad provocado por los enterramientos en los templos fuese muy cuestionado. Además de la peste, Córdoba sufrió graves plagas, como las fiebres catarrales malignas y tabardillos, que hacia 1738 provocaron miles de muertes. Según el plano de 1741, la Mezquita-Catedral se había convertido en un verdadero cementerio, al igual que ocurriría en otras parroquias cordobesas, como Santa Marina, San Pedro, San Miguel o San Lorenzo.
Para mejorar la salud pública, una Real Cédula de Carlos III de 1787 prohibió los enterramientos masivos en los templos españoles. A partir de entonces se promovieron nuevos cementerios fuera de la ciudad, como el de Nuestra Señora de la Salud construido en Córdoba a partir de 1811.
Aún hoy se conservan unas 200 sepulturas en la Mezquita-Catedral, muchas menos que en el siglo XVIII. En su mayor parte fueron eliminadas, reagrupadas o trasladadas durante los cambios de pavimentación acometidos entre finales del XIX y mediados del XX. El arquitecto Ricardo Velázquez Bosco cambió el pavimento de ladrillo por mármol blanco; y otro arquitecto, Félix Hernández, rebajó la solería a su nivel primitivo.
Para facilitar una adecuada comprensión de la Mezquita-Catedral, nuestra investigación aporta finalmente un plano de su hipotético subsuelo, ocupado por sepulturas en el siglo XVIII. Se trata de ilustrar este singular espacio de enterramiento de la sociedad cordobesa durante siglos.
Planta hipotética del subsuelo de la Mezquita-Catedral, con las sepulturas y criptas del plano de 1741.JCO/AGG, CC BY-NC
Con ello se pretende ofrecer una nueva visión del monumento, que debe sumarse a su complejidad patrimonial y a su importancia religiosa, cultural, histórica, arqueológica y arquitectónica.