A Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana apenas las conocíamos. Fueron pintoras imponentes en su tiempo, supieron romper con los estereotipos y alcanzaron la fama y el reconocimiento. La primera consiguió entrar como pintora en la corte de Felipe II con 27 años, la segunda fue pintora oficial del papa Clemente VIII.
La historia, que acoge el sesgo de quien la escribe, las dejó durante muchos años en un segundo lugar. Ahora, el Museo del Prado, en un maravilloso «propósito de enmienda», las ha recuperado bajo el título de Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Historias de dos pintoras, que se podrá visitar hasta el próximo 20 de enero.
Se trata de dos de las mujeres más importantes dentro de la historia del Arte de la segunda mitad del siglo XVI. Anguissola (1535-1625), como explicó Leticia Ruiz, comisaria de esta muestra y jefa del Departamento de pintura española hasta 1500 del Prado, fue «un mito temprano que estaba dotado de una personalidad impresionante».
Su percepción psicológica atenúa la distancia y contención de los Austrias españoles
Nacida en Cremona se dio a conocer por sus retratos, convirtiéndose en una de los grandes del barroco. Además, estableció un nuevo estilo, una nueva técnica a la hora de tratar los rostros femeninos. Su talento fue visto rápido y acabó como pintora en la corte de Felipe II. Como bien explicando desde el Prado, «Anguissola se caracteriza por su gusto por la descripción minuciosa de los detalles, por una percepción psicológica que atenúa la distancia y contención de los Austrias españoles, así como una atmósfera envolvente y tamizada que suaviza los contornos de las figuras».
Su llegada a la corte no supuso solo un impulso para ella, sino para otras mujeres que habían sido maltratadas como pintoras y que ahora veían un referente fuerte. Anguissola abrió la puerta a muchas, entre ellas a Lavinia Fontana (1552-1614).
Esta, nacida en Bolonia e hija de Prospero Fontana, un pintor bastante conocido, siguió una «trayectoria más tradicional», en palabras de Ruiz. «Lavinia desplegó todas sus habilidades para visualizar la opulencia de la indumentaria, los variados textiles, las numerosas joyas o la fina elaboración de los encajes, además de los inevitables perritos falderos», explican desde la institución sobre esta pintora que tuvo un taller propio, que fue la primera mujer en pintar un desnudo y que entró como pintora oficial del papa Clemente VIII.
En total, el Prado reúne 60 pinturas que muestran el talento y la importancia que estas dos mujeres tuvieron en su época y en los años venideros. También, 60 obras con las que el Prado pretende resarcir todos los años que se olvidó de mostrar el femenino del arte.
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