En el colofón de su extraordinaria obra, la copia del Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana conservado en la catedral de Girona desde 1078 (el Beato de Girona), la autora de las miniaturas dibujadas en el libro reveló que se llamaba En.
Esta singular y enigmática mujer se proclamó depintrix et Dei auitrix, es decir, pintora y ayudante de Dios. Por desgracia, sabemos muy poco de su biografía. Probablemente era una religiosa que trabajó y vivió, al menos durante un tiempo, en el monasterio de San Salvador de Tábara (Zamora).
En atestiguó que el manuscrito había sido encargado por el abad Domingo, que ella se hizo cargo de pintar las imágenes y que el texto fue copiado por el presbítero Emeterio, al que califica de “hermano”. Esto indica que el monasterio en el que vivía estaba habitado por una comunidad de monjes y otra de monjas, ambas bajo la autoridad de un mismo abad.
También suministró otro dato enjundioso: finalizó su obra en el año 975, mientras el cristiano conde de Salamanca Fernando Flaínez guerreaba contra los musulmanes a las puertas de la ciudad islámica de Ávila. Con ese testimonio, que proporciona veracidad y contexto a su acción creativa, En se convirtió en la primera cronista bélica del Medievo hispano.
La creatividad en clausura
Su libertad creativa se desplegó gracias a la clausura reglar, por más contradictorio que pueda parecer hoy en día. Su estabilidad no dependió de ser esposa, hija o madre, ni estuvo expuesta a las agresiones o transgresiones de los hombres seculares. En –probablemente como otras muchas mujeres– dio rienda suelta a su talento al amparo de muros monásticos.
Asumido el encargo de realizar las “iluminaciones” –un término mejor que el tradicionalmente utilizado “miniaturas”– de un nuevo ejemplar del comentario de Beato, En ejercitó su mente, sus ojos y su mano.
En los folios del manuscrito conservado en Girona se puede ver el resultado: una visualización única de la Revelación divina, de la historia del Cosmos y de la humanidad, pero también del mundo físico habitado por mujeres y hombres piadosos y guerreros. Con su desbordante personalidad y una información visual amplísima, elaboró múltiples imágenes innovadoras que atendían únicamente a sus propios criterios.
Algunas composiciones del Beato de Girona merecen ser calificadas de visionarias, además de portentosas. Sin embargo, no se les ha concedido esa valoración. Es cierto que En no describió cómo se le aparecieron esas visiones y qué significaban los elementos que las componían. Esto ha impedido que sea valorada como un antecedente de la abadesa Hildegarda de Bingen (1098-1179), la más reputada visionaria e iluminadora de la Edad Media. No obstante, las figuras del Beato de Gironaconfirman que En imaginaba el Cielo a través de sus visiones personales.
No menos excepcional fue su atención inédita hacia realidades del mundo terrenal, que observaba sentada ante su pupitre, junto a una ventana del taller de elaboración de manuscritos. Protegida por la torre campanario, la oficina se encontraba en la primera planta y permitía atarearse simultáneamente a dos copistas, al menos. Sabemos cómo era exactamente el scriptorium en el que trabajó En gracias a una imagen diseñada por el mencionado presbítero Emeterio en el folio conclusivo del llamado Beato de Tábara.
Por ello mismo, aunque es perfectamente conocido que En fue la responsable de las iluminaciones del Beato de 975, merece ser considerada una artífice con profunda conciencia de autora.
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