En el Daodejing, este principio no puede ser
expresado (I), carece de nombre (XXXII, XLI), es invisible, inaudible, intangible
(XIV), inmutable y origen de la multiplicidad (XXI). Precede al Cielo y Tierra,
es silencioso, ilimitado, y dotado de un movimiento cíclico continuo (XXV):
primigenio (XLII), el ancestro de todos los Seres (IV). Para Laozi, el Dao es
un vacío (XI), un no-ser (wu, 无) del que surge lo que es (you 有) (LXXIII). Así, la finalidad del Daodejing es entender
la esencia última, y a la vez, primera, el poder supremo e inefable que está
detrás de todo lo fenoménico y formal: el dao, entendido como vía verdadera,
como principio absoluto origen del Cosmos, el camino, la naturaleza del
principio que crea y engloba todo y que es indefinible, indecible y sólo
cognoscible a través de la intuición mediante una repentina iluminación. En este
sentido, dao o camino se relaciona con el necesario equilibrio cósmico, que es
resultado de la interacción de fuerzas opuestas pero complementarias. Curiosamente
Laozi no busca definir el dao, esa unidad “misteriosa” que es el eje central del
pensamiento daoísta, término que podria ser traducido como “vía”, “camino” o
“curso”, ya que el dao no se puede definir a través de las palabras (LVI), sino
que debe entenderse a través de la enseñanza (II). El Dao siempre existe,
siempre está presente en todo lo que existe, es un principio generador del Ser
(XLII). Según el Daodejing, el
principio el Dao se encontraba en un estado caótico, después se concentró en
“Uno”, en un estado de unidad cósmica plena de potencial creativo. El Uno se
convirtió en “Dos”, las dos energías del yin y el yang, que surgieron en
armonía para dar lugar al siguiente nivel de existencia, la combinación de yin
y yang, el “Tres”, del que surgió la multiplicidad de las cosas. Desde esa
unidad originaria, el mundo ha experimentado continuos estados de distinción y
diferenciación (IV). Aunque el Dao es el poder inherente y fundamento del ser
humano, está más allá de sus sentidos e intelecto, y por tanto, de su capacidad
de percepción y conocimiento. El único modo de entrar en contacto con él es olvidar
y trascender las facultades humanas ordinarias hasta convertirse en el propio
Dao. La vía, pues, para alcanzar el dao es paradoxal (XXII) y se presenta en
numerosas ocasiones a través de una sucesión de polaridades aparentemente
opuestas: “alto-bajo”, “fuerte-débil”, “fácil-difícil”, “flexible-rígido”, etc.
Lo que en principio podría parecer una lucha de conceptos opuestos, en el Daodejing no es más que una forma de
recalcar la idea de que todas las cosas existen gracias a otra que las ha generado
(XXXIX). Es el dao quien origina estos pares de opuestos y, en definitiva,
éstos son el desarrollo de una sola unidad. En la lectura también se puede
percibir que el Dao es constante e imperceptible (I) y sin embargo, es bien
visible en los patrones que siguen la naturaleza y la sociedad en tanto que
centro de todos los cambios. Estos cambios se caracterizan por un doble
aspecto, como el flujo y reflujo de las cosas que se elevan y caen, nacen y
perecen, vienen y van, crecen y decaen. El concepto del Dao ante todo
proporciona una estructura que dota de sentido: el cambio de las estaciones, el
ciclo vital de la creación, cosa que es de enorme interés al enlazar con otras
tradiciones como el hinduismo y el budismo.
Nacho Padro
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